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El conceptismo

Publicado por Aroa Plaza

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Hoy y mañana dedicaremos este espacio al estudio a dos de las corrientes literarias existentes en el Barroco español; estamos hablando, claro está, del conceptismo y el culteranismo. Ambos enfoques poseen un gran número de características en común, pero lo que hace posible su estudio por separado es la selección o no de unos usos concretos en lugar de otros. Veamos, pues hoy, las principales características del conceptismo:

Aunque es cierto que el conceptismo se desarrolla preferentemente en textos en prosa, su uso no queda limitado a esta y encontramos versos conceptistas de gran calidad en autores como Quevedo.

Normalmente, la temática es minúscula y lo importante es el tratamiento perspicaz e ingenioso de los temas que se han tratado de forma habitual a lo largo de los siglos, adornados con toda clase de figuras retóricas. Es frecuente encontrar en las letras conceptistas contraposiciones del tipo vida/muerte, vejez/juventud, fealdad/belleza, etc., que se muestran unificados en un mismo texto, llegando a veces emparejarse lo sublime y lo obsceno. Estos contrastes no sólo se observan en lo temático sino que también están presentes en lo estético a través del empleo de recursos retóricos, como por ejemplo la hipérbole.

El conceptismo se muestra lacónico en cuanto a la expresión de las ideas, de modo que busca la condensación y síntesis de las mismas empleando con ingenio y sutileza las palabras que en muchas ocasiones muestran más de un sentido. En cuanto al vocabulario empleado, puede decirse que no se escoge un léxico difícil y complicado, pero el tratamiento que se le da es ambiguo y está plagado de figuras como la antítesis, la paradoja o la ironía.

El conceptismo vuelve su mirada hacia la filosofía y, por ende, el tipo de poesía en la que se desarrolla con mayor naturalidad es la de tipo metafísico y religioso. Los máximos representantes de esta poesía son Francisco de Quevedo y Baltasar Gracián.

La fonética es otro de los recursos empleados por los autores conceptistas para hacer gala de su agudeza empleando figuras retóricas como el calambur, la paronomasia, asociaciones inesperadas y sorprendentes, todo tipo de juegos de palabras, la elipsis o el zezugma. La metáfora también jugará un importante papel en el conceptismo, así como la comparación o símil.

En cuanto a la ética de esta corriente, encontraremos una síntesis de su pensamiento en la obra El oráculo manual y arte de prudencia de Gracián, donde se llega a la conclusión de que el mundo se mueve en el ámbito de la apariencia, por lo que es necesario emplear toda la astucia posible a la hora de relacionarse con los demás para no dejarse ver con claridad. Por tanto, la sinceridad no tendrá cabida en el universo planteado por el conceptismo y se practicará el arte del halago a toda costa con tal de no obtener enemigos.

Por último, añadiremos algunas de las características propias de la prosa del conceptismo: se emplearán con frecuencia las oraciones yuxtapuestas, los sustantivos ganarán en número a los adjetivos, las subordinadas causales y finales cobrarán gran protagonismo y se suprimirán nexos y determinantes; todo ello, con el fin de condensar el contenido del texto. Además, se buscará lo sorprendente y extraño para expresar ese pensamiento escéptico en el que solo el ingenio puede salvar al hombre de las trampas que aparecerán en su camino.