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Teatro poético de principios del XX

Publicado por Aroa Plaza

Eduardo_Marquina,_de_Audouard

En la primera mitad del siglo XX se produce una renovación en el teatro español y una de estas nuevas vertientes teatrales que surgen en este momento es el teatro poético que estudiaremos hoy en la sección de literatura de nuestro blog La Guía 2000.

Según los estudios acerca del tema del crítico Ruiz Ramón en los últimos años de la primera década del XX surge un teatro poético escrito en verso y de carácter antirrealista en oposición al teatro de signo realista-naturalista y que guarda cierta relación con el Modernismo, aunque solo en sus inicios. Además estará influido también por el teatro romántico, aunque con un menor patetismo y, por medio de este, por el teatro representado en el Siglo de Oro. En la ideología, se observa una gran carga de autocrítica.

En este teatro se rescata a los mitos nacionales y se les propone como modelos de conducta. Una de las misiones de este teatro es la de proporcionar unos prototipos a la conciencia nacional, pero no se pudo evitar aportar demasiada idealización y abstracción. Este teatro fue un gran teatro, pero que en ocasiones resultaba vacío y no trascendió más allá de aquel instante por no mostrar una visión integral de la historia, por estar desconectado de la realidad del país y por su gran apologetismo.

Los dramaturgos de esta tendencia desarrollaron principalmente un teatro histórico en verso, aunque también tuvo gran repercusión el teatro rural en verso.

El principal representante, además de iniciador, del teatro poético de principios del siglo XX es el dramaturgo Eduardo Marquina. Podemos dividir su obra de la siguiente manera:

a) El drama histórico escrito en verso con obras como Las hijas del Cid, de 1908; En Flandes se ha puesto el sol, de 1910; y El gran Capitán, de 1916.

b) La comedia realista escrita en prosa con piezas como Cuando florecen los rosales, de 1913; Dondiego de noche, de 1918; y La extraña, de 1919.

c) El drama rural escrito en verso, donde encontramos obras como Fruto bendito, de 1927; La ermita, la fuente y el río, de 1927, Salvadora, de 1929; y Fuente escondida, de 1931.

Otros autores que cultivaron este tipo de teatro son:

Francisco Villaespesa, escritor de Doña María de Padilla, quien no obtuvo la benevolencia de la crítica y pasó pronto al olvido.

Fernández Ardavín a quien se le achaca un abuso de improvisación. A pesar de que cultivó una gran variedad de géneros, no sobresalió en ninguno. Escribió obras como La dama del armillo, El bandido de la sierra o Doña Diabla.

También podemos inserta aquí a los hermanos Antonio y Manuel Machado con algunas obras que escribieron conjuntamente como las siguientes: Escritas en verso tenemos Desdichas de la Fortuna o Julianillo Valcárcel, de tipo histórico y valorada positivamente por la crítica; Juan de Mañara; La prima Fernanda, Las adelfas y La Lola se va a los puertos, la más conocido por el gran público. En prosa y verso podemos leer la obra titulada La burguesa de Benamejí y en prosa El hombre que murió en la guerra.