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La adquisición del lenguaje por los niños

Publicado por Pablo

NiñosAparentemente, los niños disponen, desde su nacimiento, de la capacidad de reproducir todos los tipos de sonidos usados en las lenguas del mundo. Y también para aprender todos los tipos de gramática, aunque, lógicamente, sea el idioma que hablen sus padres o cuidadores el que cada niño aprenda.

Algunos estudiosos consideran que la adquisición de la estructura y del significado del lenguaje, por parte de los niños, es el mayor reto intelectual de su vida. Si es así hemos de sentirnos algo bien, pues parece bastante obvio que ese reto se solventa de una manera no ya fácil, sino incluso agradable.

Puede que ese difícil reto, como hablan algunos, no sea sino una respuesta natural a la capacidad de adquirir el lenguaje, como una más de las características genéticas propias del ser humano. En todo el mundo, los niños comienzan a aprender a hablar a una edad bastante similar: alrededor de los doce o trece meses los niños empiezan a nombrar algunos objetos; a partir de los dieciocho o veinte meses pueden disponer de una especie de palabra clave con la que sustituir toda una frase, es decir, que dicen “leche” en lugar de “dame un vaso de leche” o “fuera” en vez de “vamos fuera a dar una paseo”.

Las evidencias nos enseñan que los niños adquieren el concepto de una palabra como un todo, y aprenden secuencias de sonidos que son fuertes o que están al final de las palabras (puede que antes de “jirafa”, aprenden a decir “rafa”). Incluso los niños que deficiencias auditivas, que aprenden el lenguaje de signos, aprenden a utilizar esos signos de la misma forma.

En todo el mundo, los niños tienden a progresar sirviéndose de oraciones de dos palabras, cuando tienen entre dieciocho y veinticuatro meses. Se expresan entonces de manera telegráfica, usando palabras con nombres y verbos, pero dejando aparte las palabras menos importantes, las que no portan significado. Así, empezarán a decir “más leche”, en lugar de “dame más leche”, “zapatos fuera”, en vez de “quítame los zapatos”.

Además, tienden a dar más importancia a expresar las frases en su correcto orden gramatical, que a no equivocar los significados. Puede que el niño no distinga bien entre palabras que suenan parecidas, pero sabe bien la diferencia entre decir “papá comer” y “comer papá”, por ejemplo.

Si es cierto que existe una gramática elemental impresa en la mente humana, no hemos de sorprender por el hecho de que los patrones del lenguaje de los niños sean tan similares en las distintas lenguas.