James Joyce y el Ulises
James Joyce nació en 1882 en el seno de una familia numerosa, pero venida a menos. Con la protección de los jesuitas, el joven Joyce pudo estudiar y graduarse en lenguas modernas. En 1904 conoció a una criada de hotel a quien le confesó su amor la noche de 16 de junio, fecha que le serviría para, más adelante, situar la trama de su verdadera obra maestra, Ulises.
La pareja acabó viviendo en Trieste, territorio austrohúngaro por aquél entonces. Viviendo sin mucha holgura, Joyce no gozaba de una salud envidiable, y empeoraba su situación constantemente por su desvelada afición al vino. Mientras escribían Retrato del artista adolescente, reunía pequeños relatos de su Dublín natal, colección que acabaría reuniendo en una de sus obras más conocidas: Dublineses.
Al estallar la Primera Guerra Mundial Joyce fue, como ciudadano británico, deportado por los austriacos, aunque obtuvo la autorización de quedarse en Suiza bajo la promesa de no ayudar a su país. Allí, en Zurich, se dedicó en cuerpo y alma a la gran obra que ya tenía en mente: Ulises. Tan absorto quedó en esa actividad literaria, que ni siquiera se enteró de la explosión dadaísta que en 1916 inundaba esa misma ciudad. Ante un cierto estancamiento en su creación, Joyce decidió ir publicando su novela por fascículos un año más tarde. Así se vería estimulado y obligado a terminarla. Sin embargo, su publicación en Suiza fue una odisea por las dificultades de una censura escandalizada. Mejor acogida obtuvo en París, donde se publicó entera en 1922.
Ulises está compuesta de 18 capítulos, que narran todo lo que ocurren el 16 de junio de 1904 en Dublín. Cada uno de esos capítulos transmite los pensamientos de distintos personajes, tal y como éstos sales de sus mentes, con todos sus errores y sus dudas. La acción se desarrolla a través de los pensamientos de Stephen Dedalus y Leopold Blum, los protagonistas, aunque salta de un tema a otro sin aparente relación, o por los motivos más triviales. En medio de todo ello, se entrevé, de vez en cuando, el mundo real.
En Inglaterra la obra no pudo publicarse hasta 1936. Los pocos ejemplares introducidos desde París fueron quemados o destruidos. Y a pesar de todo, una vez publicada fue un éxito tan grande que durante un tiempo era casi imposible encontrarla en las librerías de todo el país.
La dificultad de su publicación radicaba en su innovación estilística, sobre todo a través del lenguaje. EL lenguaje era, más que cualquier otro personaje, el gran protagonista de la obra. Y a través de su preeminencia trataba de Joyce de evidenciar que, precisamente la capacidad de hablar, y de pensar a través de las palabras, era lo que hacía al ser humano.