Lengua

Nikolai Trubetzkoy

Publicado por Pablo

Trubetzkoy La última gran etapa de la lingüística corresponde al nacimiento de la fonología, entre 1926 y 1928. Este impulso es obra, esencialmente, de Nikolai Trubetzkoy (1890-1938). Este autor desarrollo el análisis de la cadena hablada en sus últimas unidades verdaderas en el plano fónico. Así, el concepto fonema surge, definido como la señal lingüística invariable que permite identificar como una misma unidad las íes acústicamente tan diferentes de un niño, de un hombre y de una mujer, de un joven y de un viejo, de un bajo y de un soprano.

Trubetzkoy demuestra de esta manera cómo funcionan estas unidades en tanto que señales: por ser distintivas, es decir, por oponerse entre sí para distinguir significantes. El sonido R en francés puede realizarse mediante una vibración, ora de la punta de la lengua, ora de la campanilla, o mediante una fricción del aire contra el velo del paladar. Y sin embargo, no hay aquí tres fonemas franceses diferentes, porque pronunciado de estas tres maneras diferentes, el fonema no remite a tres significados distintos, sino al mismo.

Trubetzkoy procede expresamente de Saussure, el padre de la lingüística moderna. Pero sin duda le debe mucho también a sus propias preocupaciones primeras, como etnólogo en el Cáucaso, pues esa dedicación le hizo familiarizarse con problemas de lingüística descriptiva y no histórica. Por otra parte, en esta misma época, y en un marco en el que también pesa bastante la experiencia etnográfica, Sapir (1922), y luego Bloomfield (1933), habían de llegar en América a la misma noción de fonema.

A partir de 1945, como acabamos de ver, las ciencias sociales –la etnología, sin duda, como la sociología, la psicología, e incluso la filosofía- descubren esta lingüística funcional y estructural. De ella se toman, quizá con cierta precipitación, intuiciones y principios o analogías. Ello se debe a que las generaciones inmediatamente posteriores de universitarios han adquirido casi siempre la lingüística de golpe, a través de una información tardía y forzosamente somera. Ha sido preciso añadir, a la formación acabado de un espíritu, una información lingüística suplementaria. Las generaciones siguientes, y futuras, tienen la suerte de poder integrar la lingüística en su formación básica, y poder iniciarse así, normalmente, en el estudio de esta ciencia. Así evitarán, de forma segura, sacar de ella contrasentidos y metáforas, como la propia lingüística ha hecho durante demasiado tiempo con relación a la biología, por señalar un ejemplo no demasiado conocido. Contra ello lucharon eminentes pensadores como Trubetzkoy, desde luego.