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Noche oscura del alma

Publicado por Aroa Plaza

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El libro Noche oscura del alma de San Juan de la Cruz está formado por ocho liras que giran en torno a la noche, símbolo que aparece frecuentemente en la mística. De este modo, pueden señalarse un gran número de antecedentes al uso de la noche como símbolo por parte de San Juan: en la Biblia, en el libro Cantar de los cantares, podemos observarlo ya; también aparece en la Égloga I de Garcilaso de la Vega o en obras creadas en la España musulmana del Medievo, por ejemplo. Los estados que se pretenden transmitir con el uso de este símbolo serían, por un lado, la angustia y, por otro, el consuelo espiritual. También puede atisbarse la influencia de una historia clásica como es la de Píramo y Tisbe, cuando Tisbe sale disfrazada en la oscuridad de la noche. También se habla de otras influencias como la germánica o flamenca a través de la Devotio moderna y de autores como Taulero o Ruysbroeck.

Noche oscura del alma es una obra que cuenta con una estructura bien organizada alrededor del símbolo de la noche y su contraste con la luz-fuego que abrasa en el alma durante las primeras estrofas. Según el entendido Dámaso Alonso, hay dos partes en el poema.

Primera parte: las cinco primeras estrofas en las que la protagonista es la noche. Las dos primeras de estas estrofas aglutinan las dos noches; correspondiendo la primera al sentido y la segunda a lo espiritual.

Segunda parte: las tres últimas estrofas donde se produce la unión de los amantes en un estado de embriaguez.

Para Spitzer el poema constaría de tres partes:

Las cuatro primeras estrofas donde se muestra el inicio de la peregrinación.

La quinta estrofa donde se produce la llegada así como el anuncio de la unión.

Las tres últimas estrofas en las que se produce el éxtasis de la unión pronosticada anteriormente.

Este estudioso advierte también que aunque el lenguaje empleado por San Juan es un lenguaje común, compresible tanto para el hombre del siglo XVI como para el de la época actual, el escritor lo dota de un carga mística tan grande que las palabras adquieren una nueva dimensión.

M. Wilson pone su atención sobre los símbolos que aparecen en el poema, que para él son la noche y el amor físico como producto del anterior. Así, Wilson ve que la experiencia de unión con Dios se vive como algo muy cercano a la sexualidad. El poema puede ser leído, por tanto, como un hermoso acercamiento entre el hombre y la mujer, ya que solo las explicaciones del autor nos hacen pensar en ese encuentro con Dios. Algún crítico, como J.C. Nieto, apuesta por negar el sentido espiritual y religioso de la obra y entiende el libro como el producto de las fantasías del santo en la prisión de Toledo, que tuvieron que ser disfrazadas para no recibir un castigo. La mayor parte de la crítica rechaza de plano esta teoría puesto que no encaja en la trayectoria general de San Juan de la cruz.