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Jean Baptiste Poquelin, «Molière»

Publicado por Pablo

MolièreJean Baptiste Poquelin, Molière, siempre tuvo claro que cuanto quería era dedicarse al teatro. En la segunda mitad del siglo XVII, sin embargo, estaba muy mal considerado trabajar como actor cómico, y fue por ello que Jean decidiera, a petición de su familia, utilizar un seudónimo.

Muy pronto fundó su propia compañía de teatro, en la que siempre, en todas las obras, le reservaba a su amante un papel importante. Molière alquiló un local deportivo para las representaciones, pero codo después las deudas fueron tan importantes que tuvo llegó incluso a entrar en prisión, de donde sólo lo sacó el dinero de u padre. No se rindió y, cuando hubo solucionado sus problemas, montó otra compañía y se fue con ella a viajar por Francia. Su único objetivo, decía, era hacer reír a la gente.

A finales de 1658 le llegó su primera gran oportunidad al actuar ante el rey Luis XIV. Para la ocasión eligió una de las obras de la vejez de Corneille que, como era de esperar, fue un fracaso. Al terminar, sin embargo, pidió al rey que le dejara presentar una pequeña obra cómica que había tenido mucho éxito por todo el país. El rey se lo permitió, y Molière representó una farsa escrita por él mismo. Su éxito fue rotundo, lo que le valió ganarse el favor real y poder dedicarse tranquilamente a escribir sus propias obras.

Así escribió Las preciosas ridículas, donde se burla de las damas aristocráticas. Muchas damas, lógicamente, se sintieron aludidas y se quejaron hasta conseguir la prohibición de su obra, lo que aumentó la popularidad de ésta. En cualquier caso, Luis XIV anuló esa condena bastante pronto.

En 1664, Molière empezó su famosa trilogía compuesta por Tartufo, Don Juan y El misántropo. La primera, protagonizada por un impostor que se hace pasar por devoto para alcanzar sus fines, provocó las iras de los religiosos, que consiguieron mantenerla fuera de la escena teatral hasta 1669, año en el que su éxito fue enorme. Fue, sin duda alguna, su obra cumbre, aunque también triunfó con obras como El avaro, inspirada en una obra de Plauto, El cornudo imaginario, Anfitrión, El burgués gentilhombre, y El enfermo imaginario.

Durante la cuarta representación de esta última obra, Molière sufrió una indisposición, y varias horas más tarde moría en su domicilio. Personaje polémico donde los haya, ni siquiera su entierro se libró de causar polémica. A los actores cómicos, por tradición, no se les enterraba en tierra sagrada, pero la viuda de Molière apeló al rey para hacer una excepción, que le fun otorgada. El clero se opuso radicalmente, y el bueno de Molière hubo de ser enterrado de noche, y a escondidas, pero donde él quería.