Sustantivos incontables
Los sustantivos son la materia que nos ocupa desde hace un tiempo en La guía de lengua. El estudio de sus principales rasgos y funciones, y sobre todo, de sus diferencias y divisiones internas es a lo que estamos dedicando nuestros últimos artículos. Los sustantivos, como ya todos sabemos, son aquellas palabras que nos permiten referirnos a cosas del mundo real, ya sean personas, animales, objetos o ideas. Debido a que existen miles de ellos, conocer bien en qué difieren unos de otros se antoja fundamental para entenderlos debidamente.
La división interna de los sustantivos es no obstante marcadamente distinta a la de otros tipos de palabras. Los verbos y los adverbios, por citar sólo dos ejemplos, cuentan con un cuadro maestro de categorías en las cuales van encajando cada uno de ellos: los adverbios, por ejemplo, pueden ser o bien de duda, o bien de afirmación, o bien de negación, etcétera. En cambio, los sustantivos no cuentan con nada similar, sino que cada uno de ellos puede ser o bien propio o bien común, pero además es o abstracto o concreto, o contable o incontable, etcétera.
Es última categoría que citábamos, la que separa a los sustantivos contables de los sustantivo no contables o incontables, es la que vamos a estudiar hoy. En particular, vamos a adentrarnos en el estudio de los sustantivos incontables.
A primera vista no parece muy complicado definir los sustantivos incontables. Evidentemente, son aquellos que hacen referencia a ideas o cosas que no se pueden contar de forma numérica, o que no se “suelen” contar. Con ellos referenciamos valores genuinos y no cantidades.
Por ejemplo, los rasgos personales como la sensatez o la simpatía son incontables, más que nada, porque no nos los podemos imaginar en unidades. Nadie diría “aquí hay muchas sensateces y muchas simpatías”, pues no tiene sentido.
Al contrario de lo que sucede con los nombres contables, los incontables nunca llevan artículo cuando van precedidos de un verbo. Con los contables, decíamos “quiero un bollo” o “quiero un vaso de leche”. En cambio, con los incontables decimos “quiero sensatez en este caso”, “quiero simpatía hacia nuestros invitados”.
No obstante, a veces los sustantivos incontables pueden volverse contables, en situaciones especiales. Así, podemos decir que “hay silencios muy incómodos” cuando no nos referimos “al silencio”, sino a los distintos tipos de “silencio”. O “tienes un sensatez única”, cuando, una vez más, estamos comparando “sensateces”, y no refiriéndonos al rasgo en sí.