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Influencias del gallego, el catalán y el vasco sobre el castellano

Publicado por Pablo

Lenguas hispanasEs fácil pensar que, al ser hoy en día el castellano la lengua más empleada, las demás lenguas peninsulares habrían de deberle a aquél más de lo que él le debe a éstas. Un análisis serio, no obstante, vendría a determinar que las relaciones de influencia entre las lenguas son unidireccionales; antes bien, tanto las lenguas hoy periféricas como el castellano se han influido mutuamente, y no son pocos los matices que el idioma oficial de España ha desarrollado por influencia directa de sus lenguas vecinas.

Aquí nos ocuparemos de señalar algunas de estas influencias, preferentemente en el plano léxico:

De las tres, tal vez sea la lengua gallega la menos influyente, tanto por la secular dificultad de las comunicaciones entre Galicia y el resto de España como por la dificultad de saber, en ciertas ocasiones, si el préstamo proviene del gallego o por el contrario del portugués (de esta cuestión ya hablamos, en otra ocasión).

Sea como fuere, la presencia de galleguismos en la lengua castellana puede ser algo escasa, pero de ninguna manera testimonial, ni tampoco irrelevante. El castellano, en la Edad Media, incorporó vocablos de origen gallego por el principal motivo de que aquella lengua disfrutaba entonces de un marchamo que hoy no tiene: era la lengua culta de los poetas, la más utilizada para la lírica. Y muchos poetas castellanos la empleaban cuando de componer versos se trataba. Así llegaron ledo y alguien, y también morriña, macho, sarao, chubasco, chopo, achantarse, vigía, arisco, payo y, cómo no, Galicia. Y muchos más, claro, que no tendríamos tiempo de enumerar aquí.

Mucho más abundante es la aportación léxica del catalán, qué duda cabe, por la relación más estrecha que aragoneses y catalanes han vivido, de siempre, con los castellanos. He aquí una pequeña muestra de palabras muy usuales que provienen de la lengua catalana: paella, seo, nao, anguila, anís, armatoste, bandolero, barraca, butifarra, capicúa, cartel, clavel, cortapisa, cuartel, entremés, faena, forastero, grúa, ferretería, vinagre… Hay muchas más, como es fácil imaginar, pero no es cuestión de hacer la lista tan larga.

Y a pesar de lo excelso de la aportación catalana, más profunda es la que nos ha hecho el euskera, por extraño que parezca. No nos referimos con ello al número de palabras, sino a la importancia cualitativa de sus contribuciones, porque el vasco ha influido no ya en la superficie, sino en la estructura del español. Ello es debido a que, como se sabe, el castellano surgió en zonas fronterizas a las tierras vascas. Y de allí tomó, cuando aún el latín no se había abandonado, algunos préstamos de ese euskera que quedaron en lo más hondo de su estructura como lengua, pues con ella se formó. Ciertos rasgos del vasco están, pues, en los cimientos del castellano. ¿Cuáles? Los siguientes:

– Que cuanta con cinco vocales, y son precisamente las mismas con las que cuenta el euskera.

– La pérdida de la F inicial latina, producida en los dos idiomas, en las mismas épocas.

– La indistinción entre B y V.

Algún que otro rasgo sintáctico, como la aparición de A ante un complemento directo.

Por supuesto, el español incorporó también vocablos del vasco, tales como izquierda, pizarra, ascua, chaparro, boina, zamarra, aquelarre, angula, chabola o cencerro.