La raíz de las palabras
El lenguaje verbal tiene una característica fundamental, que es su doble articulación. Esta propiedad permite descomponer cualquier mensaje verbal en dos tipos de unidades: los fonemas y los monemas. Los fonemas son las unidades mínimas de expresión. Los monemas son las unidades mínimas con significado
Gracias a la doble articulación del lenguaje, una palabra puede descomponerse en unidades muy pequeñas que portan significado, de forma que, variando aunque sólo sea una de estas unidades, varía a su vez el significado completo de la palabra. La formación de las palabras actúa, en realidad, como esos juegos tan populares entre los niños, en los cuales, con una serie de piezas, podemos formar multitud de elementos distintos. La cantidad de monemas presentas en el lenguaje es bastante grade, pero es limitada. Podríamos conocerlos todos; sin embargo, la cantidad de palabras que se pueden formar con ellas es enorme.
Pero todas las palabras tienen, sin embargo, algo en común. Hay un monema que no puede faltar, puesto que es el que le da sentido, el que porta el significado original. Ese monema es la raíz, también llamada lexema. Así, todas las palabras que comparten un mismo lexema forman lo que llamamos una familia léxica. Por ejemplo: mar, marinero, marino, ultramarino, bajamar o marejada son palabras con significados bien distintos, compuestas de diferentes monemas. Pero todas comparten la misma raíz: mar. Y lo sabemos porque es con esa palabra con la que se pueden formar significados diferentes. Mar tiene un significado, pero ino no lo tiene. Lo que ino tiene es, en vez de significado propio, la capacidad para cambiar los significados de los demás. Así, a mar añadimos ino, obtenemos marino, que significa “relativo al mar”. De la misma forma, si a can (perro), le añadimos ino, obtenemos canino, que significa “relativo a los perros”. Sin embargo, a ino, como por sí sólo no tiene significado, no podemos añadirle nada. Esa es la diferencia entre la raíz, o lexema, y sus añadidos.
El origen primigenio de estas raíces es algo casi imposible de descubrir. Sabemos que las raíces del castellano vienen del latín y del griego, y en algunos casos del árabe, pero, ¿de dónde venían las raíces del latín y del griego? Al parecer, las tomaron del extinto idioma indoeuropeo, pero ¿y éste, en cuál se fijó? Imposible saberlo. Igual que cuando vemos las raíces de un árbol adentrarse en la tierra; podemos hacernos una idea de hacia dónde se encaminan, pero no podemos saber, a ciencia cierta, donde acaban.
Lo que sí sabemos es cómo evolucionan, cómo cambian y cómo se transforman a lo largo de la historia. A las raíces se le van añadiendo piezas y estos nuevos conjuntos forman significados distintos.