Problemas lingüísticos del siglo XVIII
En el siglo XVIII se presentan una serie de problemas lingüísticos causantes de enérgicas controversias que pasaremos a estudiar a continuación. Comencemos:
1. La polémicas causadas por el estilo barroquista en el uso de la lengua.
En la primera mitad del siglo XVIII el Barroco todavía se hallan presentes tanto en el lenguaje como las formas literarias propias de este movimiento, aunque es cierto que su fuerza va disminuyendo de manera notable. Este lenguaje es un lenguaje recargado, pues se emplean numerosos artificios que hacen de este estilo de escritura un estilo pretencioso y pedante. Todos estos adornos estereotipados, en el siglo XVIII, pierden su sentido estético y se quedan obsoletos.
A comienzos de este siglo la Real Academia, respaldada por algunos escritores de renombre en la época como por ejemplo Feijoo, buscó la instauración de un nuevo estilo en el que la naturalidad y la sobriedad fueran sus características principales. Esta nueva concepción del uso del lenguaje ideada por los ilustrados irá ganando terreno al barroquismo del siglo anterior hasta convertirse en el nuevo estilo empleado por los escritores posteriores.
2. El uso del español frente al uso del latín.
En este siglo el latín sigue considerándose la lengua empleada en la esfera cultural, científica y académica. Este uso es apoyado por la Iglesia y algunos grupos de intelectuales, pero frente a ellos surge de la mano de los ilustrados españoles como Jovellanos o Feijoo una nueva postura que sostiene el uso del español como vehículo para la cultura; ya que, de este modo, esta podrá llegar a un público más amplio.
A pesar del impulso que estos ilustrados dieron al español, el latín se mantiene como la lengua trasmisora de conocimientos en las aulas universitarias hasta ya bien entrado el siglo XIX.
3. El enfrentamiento entre los puristas y los innovadores galicistas.
En el siglo XVIII, la cultura francesa ejerce una gran influencia en la cultura del resto de los países europeos, entre los cuales, por supuesto, se encuentra España. El idioma no escapa a esta influencia y los galicismos plagan el idioma español; ya que los gustos artísticos, los literarios, los modelos periodísticos, las traducciones, etc. llegaban desde el país vecino. Esto sucede no sólo por la fuerza cultural que Francia tenía en aquel momento, sino que el debilitamiento intelectual de España propicia esta situación.
Frente a los defensores del empleo de galicismos surgen voces disonantes desde la Real Academia y desde algunos círculos literarios, que defiende el uso del español desnudo de galicismos. Estos detractores de lo francés y defensores de lo español en cuanto al uso del español reciben el nombre de puristas, entre ellos los había que rechazaban la entrada de cualquier galicismo en el español mientras que otros optaban por una postura más moderada y admitían el uso de galicismos cuando en español no existiese una palabra que designara una nueva realidad.
En el lado opuesto a los puristas, se encuentran los defensores de la introducción de neologismos franceses que pensaban que el uso de estas voces aportaría modernidad a la lengua española. En ocasiones, esta era una postura superficial que solo se basaba en seguir la moda.
Finalmente, la postura de la Real Academia fue la que triunfó, pero esto no impidió que numerosos vocablos franceses entraran a formar parte del vocabulario del idioma español.