Apócope
Entendemos por apócope la supresión de una parte del final de una palabra. En un sentido algo más amplio, una apócope -es necesario recordar que en contra de la creencia común, esta palabra es femenina- una figura literaria que se encuentra entre las así llamadas figuras de metaplasmo.
Este tipo de fenómenos lingüísticos -los metaplasmos- tienen la particularidad de realizar una transformación: partiendo de una palabra conocida y correcta, forman una palabra nueva por supresión de alguna de las partes de la anterior, dando lugar a una nueva palabra que puede ser aceptada o no como correcta, pero que resulta por lo general correcta y por lo común bastante utilizada.
Así pues, decimos que, en concreto, la palabra apocopada será aquella a la que le ha sido extirpada su parte final, que bien puede ser una sílaba completa, más de una sílaba, o simplemente una letra. En muchos casos, puede que la extirpación no sea el único fenómeno en ocurrir, sino que por lo contrario acontezca también un fenómeno de sustitución que de a luz una palabra más racionalmente terminada. Es lo ocurre, por ejemplo, cuando el adverbio “mucho” se apocopa y forma “muy”. En otras ocasiones, la nueva palabra recibe una nueva acentuación, como cuando el adverbio “cuanto”, sin importar si lleva o no tilde, se apocopa en forma de “cuán”. Otras veces sin embargo la extirpación es puramente limpia, como cuando “tanto” se apocopa y se queda simplemente en “tan”. No hay reglas para esto; tan solo la costumbre y el uso de estas transformaciones son las que las dejan en su estado final.
En lengua española, se producen apócopes tanto en en sustantivos como en adjetivos, adverbios, verbos y algunos determinantes. Entre los primeros, los adjetivos, podemos citar los conocidos “bueno” y “malo”, que forman por apócope “buen” y “mal”. Normalmente, cuando se trata de adjetivación, la apocopación se produce cuando la posición del adjetivo se intercambia, de forma que si va detrás del verbo diremos:
un chico bueno
mientras que si va delante optaremos por:
un buen chico.
En cualquier caso, es necesario recalcar que el significado en uno y otro caso no cambia ni un ápice. Usemos bueno o usemos buen, estaremos diciendo lo mismo.
Otras formas apocopadas conocidas son las de “uno” y “ciento”, que forman “un” y “cien”; así como las de casi todos los ordinales (“primero” » “primer”…).
Otras formas bastante extendidas son los apodos o recortes cariñosos de los nombres propios, como cuando en vez de “Manuel” decimos “Manu”, en vez de “Antonio”, “Antón”, o en vez de “Francisco”, “Fran”.