Despectivo
Al igual que una persona que adopta una actitud despectiva es una persona que desprecia, menosprecia o se burla de algo, en lengua, un despectivo es el medio por el cual se le añade a una palabra un significado negativo, de desprecio o, en algunos casos, irónico o sarcástico. El proceso se lleva a cabo mediante la adición de un afijo a la raíz de la palabra (que es normalmente un sustantivo o un adjetivo), afijo que puede ser de muchos tipos y que, en la lengua española, presente multitud de variedades, tanto relativas a localismo o regionalismos como a jergas sociales y profesionales.
Los despectivos tienen una estrecha relación con los aumentativos y con los diminutivos. Al fin y al cabo comparten procedimiento (adición del afijo) e intención (cambio de significado). Hay, de hecho, algunos aumentativos y diminutivos que se utilizan casi siempre con intención despectiva, aunque muchos otros no lo hacen.
Para distinguir cuándo un aumentativo se usa como despectivo no hay mejor regla que el análisis del contexto. Si simplemente estamos dando a entender que algo o alguien es grande, ancho o extenso, entonces estaremos utilizando un aumentativo. Pero si, junto con esos significados, queremos burlarnos de dicha condición, o transmitir a su vez fealdad o asco, entonces además de aumentativo estaremos hablando de un despectivo.
Normalmente, cada palabra cuenta con su «forma despectiva» propia, o lo que es lo mismo, a cada palabra le corresponde un afijo particular con el que formar su despectivo. Ciertas palabras, y estas palabras son la excepción, admiten en cambio más de un afijo con el que formar el despectivo. Además, es importante tener en cuenta que el uso de despectivos puede variar significativamente según la región o el país. Por ejemplo, una palabra que en España se considera despectiva puede no tener la misma connotación en América Latina, y viceversa.
En la lengua española, los sufijos más utilizados para formar los despectivos son los que siguen:
Despectivos terminados en «acho» o «acha», como «populacho» (pueblo > popular > populacho). Hay que tener cuidado y no confundir este despectivo con palabras que terminan de esta manera, como «muchacho» o «cucaracha».
Despectivos terminados en «aco» o «aca», como «libraco» o «bicharraco». Nótese que este despectivo es también aumentativo: si decimos «bicharraco» queremos decir bicho grande, pero también bicho feo o desagradable.
Despectivos terminados en «ajo» o «aja», como «pequeñajo» o «escupitajo».
Despectivos terminados en «ango» o «anga», como bullanga o dulzango (más en desuso).
Despectivos terminados en «asco» o «asca», como hojarasca.
Despectivos terminados en «astro» o «astra», como «padrastro» o «politicastro» (de político).
Despectivos terminados en «ato» o «ata», como «niñato», o «bocata».
Despectivos terminados en «ejo» o «eja», como «tipeja».
Despectivos terminados en «orio», «orrio», «oria» o «orria», como «vejestorio» o «villorrio».
Despectivos terminados en «uco», «ucho», «uzo», «uca», «ucha» o «uza», como «feúcho» o «ventanuco», «granuja» o «gentuza».
Despectivos terminados en «zuelo» o «zuela», como «hombrezuelo» o «mujerzuela».
Además de los sufijos mencionados, existen otros menos comunes pero igualmente efectivos para formar despectivos. Por ejemplo, el sufijo «ete» o «eta», como en «pajarraco» o «casucha», también puede tener una connotación despectiva dependiendo del contexto. Otro sufijo interesante es «illo» o «illa», que aunque generalmente se usa como diminutivo, en ciertos contextos puede adquirir un tono despectivo, como en «pueblillo» para referirse a un pueblo pequeño y poco importante.
Es crucial entender que el uso de despectivos puede tener implicaciones sociales y emocionales significativas. Utilizar un despectivo puede ser una forma de expresar desprecio o desdén, pero también puede herir los sentimientos de las personas a quienes se dirige. Por lo tanto, es importante ser consciente del poder de las palabras y usarlas con responsabilidad.
En algunos casos, los despectivos pueden evolucionar y perder su carga negativa con el tiempo, especialmente si son adoptados por las comunidades a las que originalmente se referían de manera peyorativa. Este fenómeno se conoce como resignificación y es un ejemplo de cómo el lenguaje está en constante cambio y adaptación.
Finalmente, es interesante observar cómo los despectivos se utilizan en diferentes medios de comunicación, como la literatura, el cine y la televisión. En muchos casos, los personajes que utilizan despectivos son retratados de manera negativa, lo que refuerza la idea de que estas palabras tienen una carga emocional y social importante. Sin embargo, también pueden ser utilizados con fines humorísticos o satíricos, lo que añade otra capa de complejidad a su uso y comprensión.