La venta de Mirambel de Pío Baroja
La producción literaria de Pío Baroja, uno de los grandes representantes de la llamada Generación del 98 es amplísima, y en su haber aparecen grandes obras como Las inquietudes de Shanti Andía, La busca, El árbol de la ciencia o Zalacaín, el aventurero. Y un gran número de sus novelas las dedica a narrar su época , ese convulso y desesperado cambio de siglo que vivió España entre el siglo XIX y XX. Aunque también tienen cabida otros episodios anteriores de la historia del país. Si bien, a lo largo de todas ellas hubo un interés por retratar ciertos retratos de lo fronterizo, los perdedores o los refugiados políticos.
Es cierto que gran parte de sus relatos se ambientan en su querido País Vasco o en Madrid, donde residió mucho tiempo. Pero también ideó tramas ubicadas en otras regiones españolas. Y una de ellas se encuentra en el libro de La venta de Mirambel, cuyo escenario es este bello pueblo de la provincia de Teruel, situado en las montañas del Maestrazgo a un paso de tierras del Levante.
Ese lugar lo visitó el escritor a comienzos de los años 30 del pasado siglo XX, en uno de los viajes que hizo en compañía de su sobrino y antropólogo Julio Caro Baroja. Y el lugar le pareció un sitio en el que se había detenido el tiempo. Él mismo confesó que se había quedado impresionado por esa visita.
Allí se dedicó a investigar sobre la historia y leyendas de la zona, y con todo ello armó una novela que por momentos parece una guía de viajes de Mirambel o un tratado de antropología, ya que en el relato integra una descripción precisa de la población, sus alrededores y el paisaje montañoso de la zona.
De hecho, esas descripciones son como paréntesis en la siempre vibrante narración de Baroja, y va intercalando amplios fragmentos dedicados a la descripción geográfica, histórica o etnográfica de la población, mientras que el relato novelado lo ambienta en una época anterior a su visita. Se centra en los episodios de las Guerras Carlistas que aquí pudieron acontecer, apareciendo personajes reales como el general Cabrera junto a otros inventados o legendarios en la zona.
El resultado es un obra de lo más heterogénea, que por momentos no parece unitaria, aunque sí que hay una composición que une y da sentido a todo el conjunto. Es lo que los estudiosos de la literatura de Baroja han denominado novela porosa, por su capacidad de incorporar todo tipo de materiales a su relato. Lo cual es de una modernidad absoluta y reseñable. Tal vez por eso no es una obra tan conocida y popular como otras de sus novelas, sin embargo, su lectura resulta sumamente interesante.