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El Arcipreste de Hita

Publicado por Pablo

hita1.gifLa poesía medieval española adquirió nuevos tintes, nuevos impulsos cuando, a mediados del siglo XIV, apareció una de sus mayores figuras: el Arcipreste de Hita, y su Libro de buen amor.

El autor de tan fabulosa obra, cuyo verdadero nombre era Juan Ruíz, nació en Alcalá de Henares –o eso es, al menos, lo que a día de hoy se piensa, casi con total seguridad-. El Libro de buen amor, que es lo que nos ocupa, es una disertación verdaderamente insólita sobre el amor, en la que se ensalza el amor a Dios y se condenan los vicios y los pecados provocados por la pasión y el desenfreno, pero en el que, a su vez, se hace una descripción tan detallada de todos esos vicios, que hasta se llega a dar consejos sobre cómo conquistar a una mujer, por ejemplo. El Arcipreste incluso utiliza, en más de una ocasión, métodos y procedimientos condenados previamente por la moral imperantemente católica de aquella época, lo cual resulta especialmente desconcertante si tenemos encuentra que era, el autor, un reconocido hombre de religión.

Trascendiendo la polémica, es realmente ese doble juego el que hace esta obra única, pues sirve, a la vez, para leerla desde la perspectiva de la moral de la época y desde la de la diversión y la picaresca.

Se han hecho muchos estudios acerca de las condiciones en las que el Arcipreste de Hita escribió esta obra, y es que el inicio de la misma dice que su autor se encuentra encerrado, por orden del arzobispo Gil de Albornoz. No se ha llegado a saber, con total certeza, si tal afirmación es cierta o no, pero resulta chocante que todo el libro esté escrito en primera persona y hable, como decíamos, desde el punto de vista de un hombre de religión y moral, de diversión, amor y relaciones sexuales.

Se piensa que el Libro de buen amor pretendía, realmente, enseñar a la incipiente burguesía de la época algunas cuestiones sobre el arte de amar, arte que hasta entonces había sido exclusivo de los nobles feudales y los ambientes cortesanos. El joven protagonista de la obra fracasa al principio, en su intento de seducir a una mujer, pues es rechazado por diversas damas debido a su desconocimiento de las reglas del amor cortés. Entonces aparece Don Amor, y le enseña la técnica del amor, las normas de la cortesía, la necesidad de disponer de un confidente fiel.

Con los saberes bien aprendidos, vuelve el aspirante a la conquista de la doncella, y esta vez sí, la consigue, aunque no sin la ayuda de otro curioso personaje, la vieja Trotaconventos.

Al final de la obra, se hace un recorrido todavía más detallado sobre los distintos tipos de mujeres de la época, que se ha querido interpretar como un repaso por las aventuras extramatrimoniales de nuestro incorregible Arcipreste.

Queriendo o sin querer, cambió para siempre la forma de hacer poesía de su época.