El simbolismo
En la segunda mitad del siglo XIX nace en Francia un movimiento artístico liderado por jóvenes que no se conforman con las formas conservadoras que imperan en ese momento, como son el realismo y el parsianismo, y busca nuevos horizontes, tanto en asuntos vitales como en los relacionados con la espiritualidad, para escapar de la actitud burguesa, monótona y mediocre que reina en esa época. Así los escritores simbolistas abandonan este mundo burgués del que provienen y se entregan a la bohemia, siendo retratados en la presa de aquel entonces como jóvenes rebeldes que abrazan la decadencia, la melancolía y la inmoralidad. El término “decadentes” se empleó para nombrar a este grupo de poetas, pero uno de ellos, Jean Moréas, encontró un término que los reflejaba mejor, el de poetas simbolistas, y así surgió el nombre del movimiento: el simbolismo.
Sus señas de identidad son la búsqueda de la belleza total, la libertad creadora y la búsqueda incesante de la novedad y lo no convencional, luchando así contra las formas tradicionales. Para llegar a la verdadera esencia del hombre y la realidad que lo rodea proponen seguir los dictados de la intuición antes que los preceptos de la razón y lo hacen mediante el empleo de un lenguaje de carácter simbolista. De este modo, la palabra es un símbolo que tiene el poder de sugerir y de crear impresiones, sin necesidad de recurrir a la descripción, y es capaz de transmitir los estados de ánimo del poeta de forma sutil e íntima. Para los poetas simbolistas el lenguaje está relacionado estrechamente con la música y, por consiguiente, el ritmo, la melodía y la sonoridad son elementos de gran importancia en la poesía simbolista. También el color es un elemento fundamental en los poemas de este movimiento, ya que se los colores se asocian a diferentes sensaciones, la sinestesia alcanza gran valor en esta poesía. Así, los versos resultan exquisitos, refinados y de gran perfección formal; el esteticismo es una de las principales características del simbolismo.
Aunque nunca llegaron a constituir un verdadero grupo, incluso existiendo un manifiesto fundacional: el Manifiesto simbolista del año 1886, los simbolistas realizaron una verdadera labor de renovación en la lengua poética, que se convierte en un vehículo verdaderamente idóneo para expresar la subjetividad y la inquietud que acecha al hombre de esa época. El simbolismo no pretende, pues, retratar la realidad que se presenta ante su mirada sino transmitir las sensaciones íntimas, los sueños y las impresiones que siente en sus adentros.
A mediados de siglo XIX inauguran esta poesía escritores de la talla de Chales de Baudelaire con obras como Las flores del mal o Lautréamont con Cantos de Maldoror, que es continuada por otros escritores que llevan a grados excepcionales la renovación de la poesía francesa de la segunda mitad del siglo XIX; estos autores son: Mallarmé, Verlaine y Rimbaud. En la literatura hispanoamericana también encontramos un importante poeta que adoptó el simbolismo y lo introdujo en las letras españolas bajo el nombre de modernismo, hablamos de Rubén Darío.
Uno de los valores que reside en el simbolismo es el de abrir el camino a la vanguardias artísticas de principios del siglo XX.