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La alegoría

Publicado por Aroa Plaza

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Entre la multitud de figuras retóricas que un escritor puede emplear en la composición de una obra literaria, hoy en la sección de literatura de La Guía 2000 ponemos nuestra atención en la alegoría centrándonos en el uso que de ella se hacía en la Edad Media. Veamos:

Una alegoría es un recurso estilístico en el que una serie de términos tienen correspondencia con otros de modo que adquieren un significado más hondo y hermético. Así, en una alegoría tenemos dos planos:

PLANO A: que se corresponde con el plano real, es decir, con el significado que el autor busca transmitir.

PLANO B: que se refiere al plano evocado, esto es, a la imagen que se dibuja en el texto.

Para comprender mejor lo dicho hasta ahora tomaremos como ejemplo la introducción de la conocida obra de Gonzalo de Berceo los Milagros de Nuestra Señora. En esta introducción encontramos una alegoría en la que un prado es una alegoría de la Virgen (prado = Virgen). Además, las aves se corresponde con los santos, los árboles son los milagros de la Virgen, etc.

En la Edad Media el hombre sentía el mundo terrestre y el mundo celeste como un todo creado por la divinidad. El hombre era un peregrino que empezaba su camino en la Tierra para terminar en el cielo y vivir allí eternamente. Y el hombre del Medievo encontró en la alegoría el recurso perfecto para expresar esa conexión tierra-cielo.

La alegoría nace en la antigüedad clásica y poco a poco su uso va aumentando hasta el punto de convertirse en un modo de ver el mundo. En general, todas las artes hicieron uso de la alegoría, algo que se claramente por en la ornamentación de catedrales e iglesias, en sus retablos, etc.

En literatura, la alegoría tiene un gran protagonismo en la literatura religiosa y especialmente en la mística. De este modo, el místico podía expresar su amor a Dios mediante por medio de cualquier elemento: animales, números, colores, etc.

Pero la alegoría no tuvo importancia solo en la literatura de carácter religioso sino que también mostró su utilidad retórica en la literatura profana y fueron muchos los autores que la emplearon. Así, hallamos alegorías tanto en obras españolas como El laberinto Fortuna del escritor Juan de Mena o Cárcel de Amor, de Diego de San Pedro; como en obras extranjeras como la Divina Comedia, de Dante o el Roman de la Rose, cuya primera parte fue escrita por Guillaume de Lorris y la segunda corrió a cargo de Juan de Meung.

En la Edad Media, la alegoría también sirvió para que la literatura de la antigüedad grecolatina gozara de gran aceptación. Así, obras alegóricas como las Metamorfosis de Ovidio o la Eneida de Virgilio tuvieron gran éxito en la época medieval.

En definitiva, podemos decir que esta figura retórica en la que encontramos una serie continuada de metáforas que alude a dos planos (plano real y plano alegórico) halló un escenario ideal en la literatura de la Edad Media.