Literatura neoclásica
La literatura que llamamos neoclásica corresponde a la época conocida como la Ilustración. Este movimiento intelectual revolucionó los esquemas de pensamiento occidentales durante el siglo XVIII, confiando -a veces con fe ciega- en las bondades de la razón, el progreso y la educación. En el campo de las artes, la Ilustración tendió a recuperar una vez más los principios estéticos del arte clásico frente a lo que empezó a considerarse un exceso: el barroco. Es por ello que esta etapa del arte -y de la literatura- se conoce como neoclasicismo.
La Ilustración tiene, de hecho, mucho que ver con el Renacimiento. Los autores, una vez más, quisieron crear un modelo estético que les permitiera lograr sus aspiraciones de mejora de la sociedad, divulgación del conocimiento y de la razón. Para ello, se valieron de los principios clásicos abandonados durante el barroco de la armonía y el equilibrio, y descartaron los trucos, la excesiva ornamentación y el desequilibrio y los excesos del barroco.
Además de estos principios, la literatura neoclásica se caracterizó por su apego a las reglas y convenciones. Los autores neoclásicos buscaban la perfección formal y estilística, y por ello se apegaban a las reglas de las unidades de tiempo, lugar y acción en el drama, y a las convenciones de los géneros literarios. Este respeto a las reglas y convenciones era visto como una forma de mantener el orden y la razón en la literatura, en contraposición a la libertad y el desorden que caracterizaban al barroco.
Así, según los principios neoclásicos, la obra debía responder al modelo universal defendido por la Ilustración y tenía que ser un reflejo de la realidad, siempre verosímil. Asimismo, no podía mezclar lo trágico con lo cómico, algo que ya había empezado a hacerse durante el barroco. Por otra parte, el principal objetivo de toda obra literaria debía ser, como lo había sido en la Antigüedad, «enseñar deleitando», es decir, un objetivo didáctico en un envoltorio placentero para el espectador.
Dado que la creación literaria ha de guiarse por la razón, el autor está obligado a escribir con espíritu crítico ande el mundo en el que vive. Esta quizá sea la mayor diferente entre la literatura neoclásica y su más parecida predecesora, la literatura renacentista. Si bien los autores ilustrados rechazaban de plano los excesos del barroco, la literatura barroco había dejado ya un sedimento del que éstos no pudieron deshacerse. Al contrario que la literatura renacentista, que solía ser bucólica, exótica e idealista, la literatura neoclásica lidia únicamente con la realidad, y no sólo la describe sino que además la critica. Este afán performativo es en parte propio de la Ilustración, y en parte herencia del barroco.
Con estos presupuestos teóricos es normal que esta literatura potenciara el ensayo, así como un género abandonado durante el barroco: la fábula, siempre portadora de valores y críticas. En el campo del teatro, la comedia pierde su reinado en favor del teatro dramático, con el que los ilustrados veían más fácil la posible difusión de sus esquemas de pensamiento.
Además, la poesía neoclásica también experimentó cambios significativos. Los poetas neoclásicos abandonaron la complejidad y las metáforas oscuras del barroco y optaron por un estilo más sencillo y directo, con un lenguaje claro y preciso. La poesía se volvió más didáctica, a menudo utilizada como medio para transmitir ideas y valores morales. Los temas de la poesía neoclásica también reflejaban los ideales de la Ilustración, con un enfoque en la razón, la moralidad y la crítica social.