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La novela realista en Francia

Publicado por Pablo

FlaubertLa segunda mitad del siglo XIX fue uno de los períodos más brillantes para la literatura francesa y, casi con total seguridad, el más brillante para la novela. Proliferaron entonces, en número espectacular, novelas que –muchas de ellas- son hoy consideradas grandes obras maestras de la literatura, aunque en su momento la mayoría pasaron prácticamente desapercibidas.

La eclosión de la novela realista fue consecuencia de una época en la que la burguesía, que había logrado sustituir a la aristocracia, llegó a la cima de su poder, y exportó sus valores a todos los ámbitos de la sociedad. Burgués era el gran público que consumía literatura; burgueses eran, casi siempre, los autores de estas obras. No es de extrañar que burgueses fueran también los valores que en ellas predominaban. No sería un error decir que la novela fue el género propia de la burguesía, ni que a esta clase social se debió su definitiva popularización.

El término realismo fue acuñado, como es sabido, por el pintor Gustave Courbet, cuando fue rechazado en el Salón Oficial y organizó una exposición alternativa llamado “El realismo”.

Las dos grandes corrientes literarias del siglo XIX, realismo y romanticismo, convivieron durante la práctica totalidad del segundo cuarto de siglo. Ejemplos de ello son Hernani, de Víctor Hugo, o Rojo y negro, de Stendhal, que fueron publicadas en 1830. Esa misma década marcó el paso de una novela centrada en épocas históricas muy lejanas, a otra más ocupada en la realidad social del momento. Gracias e estos cambios la novela pasó a convertirse en el género cultural esencial, sustituyendo al teatro. Abría infinitas posibilidades, y los escritores se mostraban ilusionados. Sin embargo, y por extraño que parezca, no era éste el motivo por el que el gran público terminara acudiendo masivamente a las novelas. Al contrario, éstas –como hemos dicho- no encontraron en un principio un público demasiado receptivo. Lo que hizo a las masas adoradoras de las novelas fue que muchas de ellas, con gran vista comercial, empezaran a contar historias más o menos dramáticas y desventuradas que, a pesar de todo, terminaban con un final feliz. Muchos escritores se vieron, de hecho, casi obligados a dar a sus obras finales edulcorados que no hubieran deseado, pero que era absolutamente necesaria con la vista puesta en los ingresos.

El auge de la novela vino acompañado de una fuerte expansión de la prensa, que también empezó a atraer la atención de las masas. Los periódicos encontraron un filón, para atraer lectores asiduos, en la publicación de novelas por capítulos. De esa forma, los clientes compraban el periódico un día y otro aunque sólo fuera por enterarse de cómo continuaba su historia preferida.

En cuanto a la temática, el adulterio se convirtió en el motivo central de la novela realista. El matrimonio era, en la mayoría de los casos, fruto de conveniencias sociales, y la única salida de muchas mujeres era soñar con una amante que la sacara de la monotonía. Notables ejemplos de ello son Madame Bovary, en de Flaubert, Anna Karenina, de Tolstói, o La Regenta, de Clarín. En todas ellas encontrará el lector inteligente una marcada crítica a la sociedad de la época.