La prosa realista y naturalista en España
En el artículo de ayer presentamos las características generales de dos movimientos artísticos desarrollados a finales del siglo XIX (puedes revisar esta información pinchando en el siguiente enlace: Realismo y Naturalismo), el Realismo y el Naturalismo. Hoy continuaremos desarrollando este tema, pero centrándonos ya en la prosa literaria desarrollada en España que puede enmarcarse dentro de estos movimientos. Como ya hemos apuntado, los últimos años del siglo XIX son los que acogen las fórmulas primero realistas y posteriormente naturalistas; podemos señalar el año 1868 como un año clave en el surgimiento de nuevas formas que dejan en el pasado la estética romántica. En ese año se produce una revolución, conocida como La Gloriosa o La Septembrina, que acabará con el reinado de Isabel II y, de algún modo, también cerrará el ciclo romántico.
Una vez dicho esto, pasaremos a estudiar la prosa realista y naturalista de aquellos años, que como es evidente, pues el Naturalismo es el resultado de la evolución del Realismo, compartirán un gran número de rasgos.
Centrándonos en la producción en prosa realista y naturalista española, encontraremos sus antecedentes en la novela costumbrista. Este tipo de novela tiene su origen en la obra de la escritora Cecilia Böhl de Faber, que desarrolló su obra a mediados del siglo XIX bajo el pseudónimo de Fernán Caballero. En sus obras, como por ejemplo podemos observar en la novela La Gaviota, todavía encontramos cierta ingenuidad acompañada de un fuerte sentimiento religioso y conservador. Más adelante, la novela realista alcanzará un nuevo sentido con la importancia con que se trata en estas obras el análisis psicológico y que dará lugar a la novela de tesis, donde la tesis puede responder a temas de diversa índole (religiosos, políticos, morales, etc.). Un ejemplo de este tipo de novela es la titulada El Escándalo, escrita por el autor Pedro Antonio de Alarcón en 1875.
La novela se convierte en el vehículo de expresión preferido por los escritores que escriben bajo las fórmulas de la literatura realista y naturalista, ya que esta les permite reflejar la nueva sociedad de la época y así, desde la ficción, analizar la realidad del momento desde distintos puntos de vista. Y es que dentro del Realismo encontramos dos vertientes diferenciadas:
1. Una corriente conservadora que seguía anclada en las costumbres populares de épocas pasadas. Aquí se enmarca la obra de autores como Juan Valera, autor de la obra Pepita Jiménez, o José María de Pereda, escritor de obras como Sotileza.
2. Una corriente progresista que mira hacia adelante y que se decanta por la denuncia social y la crítica hacia los políticos y las Instituciones. Su máximo representante lo encontramos en la figura del célebre Benito Pérez Galdós, quien escribió un gran número de obras y entre las que podemos citar, por ejemplo: Fortunata y Jacinta, Miau, Doña Perfecta o Los Episodios Nacionales.
Respecto al Naturalismo español, hemos de apuntar que este separa en cierto modo del Naturalismo europeo, aquí los lugares en los que se desarrolla la acción de la novela no son exclusivamente urbanos y la marginalidad de los personajes, característica esencial de este movimiento, no será tanto una marginalidad debida a la exclusión social sino que será un tipo de marginalidad relacionada con la esencia humana. Un claro ejemplo de lo que venimos diciendo es la conocidísima obra de Leopoldo Alas “Clarín”, hablamos como no de La Regenta. Esta obra supondrá, en mayor o menor medida, para el Naturalismo español lo que vino a suponer la novela Madame Bobary de Gustave Flaubert para el Naturalismo francés.
No podemos terminar este artículo sin nombrar a una de las autoras más relevantes del Naturalismo español, no referimos evidentemente a la escritora Emilia Pardo Bazán, que nos brinda en obras como Los pazos de Ulloa una de las mejores muestras del Naturalismo a nivel internacional.