Literatura naturalista
El naturalismo es un movimiento literario que tuvo lugar aproximadamente entre finales del siglo XIX (a partir de 1880) y mediados del siglo XX (fundamentalmente hasta 1940). No obstante las raíces el movimiento son anteriores, pues los escritores naturalistas tomaron sus ideas y las desarrollaron a partir del movimiento literario dominante durante el siglo XIX, el realismo.
Si bien algunos críticos han tratado de etiquetar el naturalismo como una suerte de «realismo radical», este movimiento tiene suficiente profundidad y personalidad como para ser apartado del realismo y considerado diferente.
En resumen, allí donde el realismo era básicamente descriptivo, meramente literario y únicamente atento hacia la capa social burguesa -principal promotora y consumidora del mismo-, el naturalismo resultó un movimiento con influencias más profundas -entre las que destacan sobre todo la teoría de la evolución de Darwin y la filosofía determinista- y metas mas altas -no sólo mostrar la vida de su época «tal como era» sino terminar «por qué era como era», y hacerlo sin omitir sus aspectos más hermosos ni tampoco los más desagradables-. Las obras naturalistas solían incluir, de hecho, la pobreza, el racismo, el sexo, los prejuicios, la enfermedad, la prostitución, la suciedad y la muerte tratadas de una forma exenta de dramatismo, lo que las hizo algo difíciles para el público en general y consiguió que fueran criticadas por ser demasiado directas y francas. Frente al optimismo y al progresismo liberal del que solían hacer gala los escritores realistas, el naturalismo se mostraba fuertemente pesimista; y en contra de la «apología de la libertad» propia de los realistas, los naturalistas negaban la libre voluntad y se refugiaban en su pesimismo determinista, afirmando que las condiciones sociales y naturales de los personajes les impiden vivir de acuerdo con su voluntad.
En este sentido, los naturalistas se mostraron muy interesados en abordar sus obras desde un punto de vista «científico», intentando identificar las fuerzas ocultas que influencia las acciones de los personajes. Esas fuerzas serían principalmente el ambiente en el que esos personajes crecen y operan, así como la herencia que reciben -o, en otras palabras, la posición social y económica que ocupan-.
El máximo representante, principal impulsor y primer teórico del naturalismo fue el escritor francés Émile Zola, quien dejó canonizado el género en el prólogo de su novela Thérèse Raquin. Desde Francia el naturalismo se extendió a Alemania, Italia -donde se denominó verismo-, a Rusia -donde influyó en autores como Gogol y Dostoiveski-, a España y también a Latinoamérica y a los Estados Unidos.
En España, el naturalismo tuvo una gran influencia en la obra de autores como Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas «Clarín» y Vicente Blasco Ibáñez. Emilia Pardo Bazán, en particular, fue una de las principales defensoras y divulgadoras del naturalismo en el ámbito hispano, adaptando las teorías de Zola a la realidad social y cultural española. Su novela «Los pazos de Ulloa» es un claro ejemplo de la aplicación de los principios naturalistas a la literatura española.
En Latinoamérica, el naturalismo también dejó una huella significativa. Escritores como el uruguayo Javier de Viana y el argentino Eugenio Cambaceres adoptaron y adaptaron las técnicas naturalistas para reflejar las realidades sociales y políticas de sus respectivos países. La obra «Sin rumbo» de Cambaceres es una de las más representativas del naturalismo en la literatura argentina, abordando temas como la decadencia moral y la influencia del entorno en el comportamiento humano.
En los Estados Unidos, el naturalismo se manifestó en las obras de autores como Stephen Crane, Frank Norris y Theodore Dreiser. Estos escritores exploraron las duras realidades de la vida urbana e industrial, así como las luchas de los individuos contra las fuerzas sociales y económicas que los rodeaban. La novela «Maggie: A Girl of the Streets» de Crane es un ejemplo destacado del naturalismo estadounidense, presentando una visión cruda y sin adornos de la vida en los barrios marginales de Nueva York.
El naturalismo no solo se limitó a la novela, sino que también influyó en otros géneros literarios como el teatro. En Francia, el dramaturgo Henri Becque es conocido por sus obras naturalistas, que se caracterizan por su realismo y su enfoque en los aspectos más oscuros de la naturaleza humana. En España, Benito Pérez Galdós también incorporó elementos naturalistas en sus dramas, explorando las complejidades de la condición humana y las influencias del entorno social.
A pesar de las críticas y la controversia que generó en su tiempo, el naturalismo dejó una marca indeleble en la literatura mundial. Su enfoque en la representación fiel y sin concesiones de la realidad, así como su interés por las fuerzas determinantes que moldean la vida humana, continúan siendo relevantes en la literatura contemporánea.