Realismo y literatura
El realismo es una corriente de pensamiento artístico que afectó a las artes plásticas, a la fotografía, a la filosofía y, por supuesto, a la literatura durante el siglo XIX y parte del XX. En todas las artes en las que se aplicó, el realismo creó obras cuyo objetivo fue la documentación testimonial de la realidad de sus respectivas épocas. El realismo surgió y ganó peso en un contexto histórico dominado aún por las tendencias románticas, a las que se oponía. Así, frente al gusto que los románticos profesaban por lo exótico, lo subjetivo y lo irreal, los realistas pintaron, fotografiaron y escribieron sobre lo conocido y lo cotidiano, y cuando quisieron introducir algún elemento desconocido por ellos, se documentaron previamente y lo introdujeron en sus obras con rigor y conocimiento.
Este movimiento artístico y filosófico no se entiende si no es ligado a un preciso contexto histórico. Su nacimiento está, de hecho, fuertemente ligado al ascenso social de la clase burguesa y la consolidación de la moderna sociedad urbana. El realismo es de esta manera la imposición del gusto artístico de la burguesía y de la clase media. Esta nueva sociedad evidenciaba nuevas posibilidades -el progreso económico y los avances científicos parecían no tener límites- así como nuevos problemas -las condiciones de la primera clase trabajadora y el nacimiento del movimiento obrero y la «lucha de clases». Todo ello resultó por sí mismo lo suficientemente «excitante» como para que los artistas no tuvieran que buscar mundos lejanos ni personajes extravagantes. El día a día se convierte en el alimento principal del arte, que además tiene la ventaja de ser bien comprendido por un público amplio. No es de extrañar que en esta época la novela alcance su éxito definitivo y se convierta, gracias a su enorme difusión, en una literatura «de masas».
El realismo literario se caracterizó por el uso de largas y detalladas descripciones de cualquier elemento que apareciera en sus obras, así como por una recreación casi total de la forma de hablar de cada personaje. Las descripciones y la narración general se hacía mediante una voz narradora sin ningún tipo de caracterización ni estilo propio, nacida de la objetividad y la precisión casi científicas.
Con el tiempo, esta tendencia inicial de «reproducción de la realidad» derivó en una realismo radical que ha venido a llamarse «naturalismo», que quiso reflejar la vida «tal cual» era, tanto sus elementos más hermosos como en los más horribles. Otros autores experimentaron con nuevas mezclas entre lo real y lo irreal, y aunque el tronco principal del realismo decimonónico se diluyó cuando triunfaron las vanguardias, parte del mismo se fue reciclando hacia nuevos modelos como el «realismo mágico» -propio de la literatura latinoamericana- y el «realismo épico».