La prosa medieval
La prosa medieval es el grupo de textos que, perteneciendo al más amplio conjunto de la literatura medieval, fueron escritos en forma prosaica o, dicho de una manera más acorde a la cantidad y tipología de textos de la época, no fueron escritos en verso.
Lógicamente, el espectro medieval aplicado a la prosa medieval es enorme, ya que abarca desde la caída del Imperio Romano hasta los inicios del Renacimiento. Durante todo ese tiempo, la mayor parte de la literatura destinada a las emociones se escribía en prosa, mientras que la literatura destinada al aprendizaje, el estudio o la enseñanza se escribía en prosa. Como añadido, cuando las lenguas romances empezaron a extenderse, dada su naturaleza popular, se apropiaron primero de la lírica popular o tradicional, mientras que la prosa, dado su mayoritario carácter erudito, se siguió escribiendo en latín durante bastante tiempo.
En el ámbito castellano, esto siguió siendo así hasta la aparición en escena de Alfonso X el Sabio, quien hizo del castellano una lengua de cultura válida para la literatura de mayor altura. La aportación alfonsí se hizo notar primero en la lírica culta, y más adelante también en a prosa.
De esta manera, empezaron a escribirse obras históricas, que tal vez sean las más interesantes desde un punto de vista estrictamente literario. Por ejemplo, la Crónica General, o la Estoria de España, quisieron fijar en castellano una historia general de la península ibérica. Más ambiciosa, la Grande e General Estoria se concibió para ser un compendio de toda la historia universal, desde le origen del mundo hasta su propia época, si bien hubo de quedar incompleta.
Las obras jurídicas fueron otro gran baluarte para la prosa medieval. También recibieron un gran empujón con Alfonso X el Sabio, quien trató de dotar a sus reinos de código legal común a todos. Las Siete Partidas son la recopilación de este tipo más importante que se conserva.
Por supuesto, también se escribieron obras científicas de astronomía y matemáticas, muy inspiradas en sus correspondientes árabes.
Y por último, la literatura de entretenimiento fue surgiendo muy lentamente, primero en forma de cuentos y fábulas (llamados exemplos), y luego introduciendo en ellos cada vez más rasgos de ficción. Don Juan Manuel es el primero que introduce en sus creaciones un rasgo más moderno: la conciencia de autor. Y entre ellos destaca como ninguno El Conde Lucanor, de mayor duración (cinco libros) y una estructura más cercana a la narrativa moderna.