Literatura náhuatl
El náhuatl, que significa lenguaje claro y agradable, es una lengua hablada en México y otras partes de América Central. Nació en el siglo VII (o puede que antes) y se difundió con la expansión de la cultura tolteca hasta convertirse en una suerte de lingua franca mesoamericana. Fue la adoptada por el imperio azteca o mexica, y por eso también se la conoce como lengua mexicana. Hoy día es hablada por aproximadamente un millón y medio de mexicanos, que en su mayor parte son bilingües y también hablan el español.
Volviendo a los pueblos que poblaban Mesoamérica antes de la llegada de los españoles, hay que decir que desarrollaron diversos sistemas de escritura, si bien sus literaturas raras veces fueron fijadas por escrito.
En realidad, la gran mayoría de esas literaturas se conservaron y se transmitieron básicamente a través del a tradición oral, y casi todas las que hoy tenemos por escrito provienen de las traducciones llevadas a cabo por los conquistadores.
La literatura náhuatl se caracterizaba por abarcar casi todos los aspectos de la vida, pues mantenía una estrecha relación con el conocimiento y aspiraba a mantener en la memoria todo el saber acumulado por los antepasados, tanto sus ideas religiosas como sus mitos, sus rituales, sus adivinaciones y sus conocimientos prácticos en medicina, historia y derecho. Asimismo se ocupaba de la oratoria, de la poesía épica y de la poesía lírica. La prosa se dejaba para los discursos de índole didáctica, para las narraciones míticas y para los relatos históricas.
El poema y la música iban estrechamente entrelazados. De hecho, la palabra que designa al poeta, el cuicani, significa literalmente el cantor, por lo que podemos deducir que ambos eran sinónimos. Los cuicani utilizaban multitud de figuras estilísticas, tales como los paralelismos fonéticos, las semejanzas, las alteraciones y la unión de dos palabras para crear otras llamados binomios. También eran muy aficionados a crear elaboradas metáforas.
En cuanto a los géneros, había varios. El más importante era el teocuicatl, un canto divino o himno en el que abundaban sobremanera las alusiones a cuestiones esotéricas y las metáforas. Estos himnos trataban temas religiosos, que se cantaban y representaban. «El canto de Quetzalcóatl» es la mayor joya dentro de este género.
Por otra parte, estaban las piezas de arte dramático que contaban tanto con recitaciones como con danzas y músicas a través de las cuales los actores personificaban a héroes y se enzarzaban en ingeniosos diálogos.