Literatura surrealista
El surrealismo es un movimiento tanto artístico como literario que surgió en Francia en las primeras décadas del siglo XX (en torno a 1920). Su principal promotor fue el poeta André Breton, quien trató de descubrir la verdad a través del libre flujo de sus ideas y sentimientos, dejando escribir a su inconsciente (mediante un procedimiento etiquetado por la crítica como «escritura automática») y abandonando cualquier tipo de correcciones racionales y razonamientos lógicos.
La literatura surrealista partió, así, de una profunda y sistemática investigación del subconsciente. André Breton, Louis Aragon y Ph. Soupault fueron los primeros impulsores de esta «búsqueda», y para ello fundaron en París la revista i. A la vez proliferaban otros autores surrealistas en Estados Unidos (Man Ray, Marcel Duchamp, Francis Picabia) y en Alemania (Max Ernst, Hugo Ball).
En 1921, Breton y Soupault firmaron conjuntamente la que se considera obra fundacional del surrealismo literario, Los campos magnéticos. Posteriormente Breton escribió el Manifiesto del surrealismo, la primera obra cuyo objetivo era definir con precisión el movimiento y cohesionar sus hasta entonces difusos postulados. Poco después la revista Littèrature fue sustituida por La Révolution Surréaliste, que ganó peso y se convirtió en el principal foco de expresión del movimiento.
Este trabajo pronto expresó las señas identitarias del surrealismo, a saber: una enorme vocación libertaria expresada a través de innovadoras técnicas literarias como la «escritura automática», así como un gusto por los procesos oníricos, por el humor corrosivo y por las escenas eróticas. La así llamada «escritura automática» no era más que una técnica consistente en dejar el texto tal y como había salido del interior del escritor, sin corregirlo posteriormente ni revisarlo para buscar cualquier tipo de cohesión racional.
No obstante, el surrealismo seguramente sea el movimiento literario más difícil de categorizar y resumir. El propio Breton fue cambiando su modo de concebirlo una vez que el movimiento se fue desarrollando, y terminó por asumir que el surrealismo era, por encima de todo, un movimiento revolucionario, luego no era de extrañar que fuera también cambiante. Las primeras obras basadas en la «escritura automática» no tuvieron una buena acogida entre el público, que las consideraba demasiado confusas. La progresiva participación de otros artistas -fundamentalmente pintores- en el propio movimiento trajo nuevas influencias a los escritores, que empezaron a incluir la edición en sus textos en busca de una mezcla entre lo racional y lo automático, creando una suerte de «literatura collage» que abrió la puerta a nuevos desafíos.