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Posboom y Posmodernismo

Publicado por Aroa Plaza

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En este artículo hablaremos del Posboom y el Posmodernismo en la narrativa hispanoamericana del siglo XX.

El crítico literario Donald Shaw advierte que a mediados de los 70 se produce una transformación en la narrativa de Hispanoamérica, que tiene como consecuencia la aparición de dos corrientes distintas: por un lado, surge una literatura que reacciona contra el Boom, esta es la que acoge a más adeptos; y, por otro lado, existe una literatura que mantiene la innovaciones de la narrativa del Boom y que se dirige hacia el Posmodernismo.

Esta transición es encabezada fundamentalmente por cuatro escritores:

1. El argentino Manuel Puig, autor de obras como La traición de Rita Hayworth o Boquitas pintadas.

2. El cubano Severo Sarduy, con obras como Gesto o Cobra.

3. El uruguayo Mario Benedetti, autor de las novelas Gracias por el fuego y La tregua.

4. El también argentino David Viñas, quien escribió Los dueños de la tierra y Hombres de a caballo.

Benedetti reprocha a los autores de la literatura del Boom su elitismo, su ansia de experimentación y la falta de responsabilidad social que como escritores deberían ostentar.

El arranque del Posboom se produce con la obra Soñé que la nieve ardía (1975) del chileno Antonio Skármeta y la novela La casa de los espíritus (1982) de Isabel Allende. Un grupo de escritoras irrumpirá en la novela hispanoamericana. Según Shaw, uno de los aspectos fundamentales de esta literatura es el mayor grado de compromiso social del escritor, así como la vuelta a una narrativa de mayor realismo. Junto a Skármeta y Allende figuran otros escritores como la argentina Luisa Valenzuela, la portorriqueña Rosario Ferré y los mexicanos Gustavo Sainz, Laura Esquivel y Ángeles Mastretta.

Además de estos autores, es importante mencionar a otros que también han contribuido a la evolución de la literatura hispanoamericana en la era posboom. Entre ellos se encuentran el peruano Mario Vargas Llosa, quien con su obra La ciudad y los perros (1963) marcó un hito en la narrativa hispanoamericana; y el colombiano Gabriel García Márquez, cuya novela Cien años de soledad (1967) es considerada una de las más importantes de la literatura universal.

El término Posmodernismo se acuñó en los países industrializados y postindustrializados en el ámbito de la arquitectura y de ahí pasaría a otras disciplinas como la historia, la filosofía, la sociología, las artes, etc. Shaw habla de utilizar este término con precaución. Los precursores de esta corriente son el argentino Néstor Sánchez, el mexicano Salvador Elizondo y el cubano Severo Sarduy. A estos autores les siguen otros como la chilena Diamela Eltit, el argentino Ricardo Piglia y la mexicana Carmen Boullosa.

El posmodernismo también se caracteriza por un rechazo a la idea de una realidad objetiva, favoreciendo en su lugar una multiplicidad de realidades y perspectivas. Este enfoque se refleja en la obra de autores como el mexicano Jorge Volpi, cuya novela En busca de Klingsor (1999) combina elementos de la ficción y la historia para explorar la naturaleza del mal; y el argentino César Aira, conocido por su estilo experimental y su rechazo a las convenciones narrativas tradicionales.

Otros críticos como Pupo-Walker y González Echeverría hablan de la existencia de tres corrientes después del Boom: la novela histórica, la novela de testimonio y la novela detectivesca. Podrá hablarse también de una cuarta corriente que supone una fractura con los estereotipos y en la que predomina la voz de la mujer, el homosexual y el judío. La novela histórica triunfa en la década de los ochenta y tiene en la novela Noticias del Imperio de Frenando del Paso su mejor exponente. La novela de testimonio se cultiva principalmente entre los años setenta y los años noventa y sus máximos representantes son el cubano Miguel Barnet con Biografía de un cimarrón, la mexicana Elena Poniatowska con Hasta no verte, Jesús mío y el argentino Tomás Eloy Martínez con La novela de Perón. En la novela detectivesca destacan Mempo Giardinelli, autor de Luna caliente, y Osvaldo Soriano, escritor de No habrá más penas ni olvido, ambos argentinos.