Clasicismo y literatura
El clasicismo es un movimiento tanto estético como intelectual que dominó las artes y el pensamiento de Occidente durante buena parte de los siglos XVIII y XIX. Como su propio nombre indica, el clasicismo se inspiró en los patrones del arte y el pensamiento del mundo clásico, o lo que es lo mismo, de Grecia y Roma. El clasicismo, sin embargo, hunde sus raíces más inmediatas en la recuperación de aquéllos valores que si vivió en Europa durante el Renacimiento, y los completa con el amor por el conocimiento y la búsqueda de la perfección que nacieron con el Humanismo. El clasicismo recupera todo ello y lo convierte en un nuevo canon que aspira a lograr la perfección absoluta a través del arte, tanto en la pintura como en la música y en la literatura.
El clasicismo tuvo en sus primeros años una lucha feroz contra el barroco, lucha que se materializó fundamentalmente en el terreno de la pintura. Con el paso de los años, esta batalla de ideas se trasladó también al terreno de la literatura, justo cuando los cánones barrocos la dominaban casi por completo. El clasicismo empieza a triunfar en el campo de las letras a finales del siglo XVII, y queda fijada en ensayo de Boileau denominado La poética. Allí se aboga por una literatura emocional que llegue a los sentimientos del lector/espectador, pero que lo haga a través de los filtros del intelecto. De esta forma, Boileau carga contra los excesos del barroco y del más reciente rococó, y apuesta por la recuperación de la solemnidad clásica y de los valores de la armonía y el equilibrio que dominaron la literatura de la Antigüedad.
Las tesis de Boileau se tradujeron en la aplicación de la regla aristotélica en el teatro (unidad absoluta de espacio, tiempo y acción), del verso alejandrino en la poesía, y de la recuperación de las formas clásicas más ignoradas hasta ese momento, tales como la fábula, la égloga y la elegía. Aunque en el siglo XVIII los valores clásicos serían de nuevo fuertemente discutidos, y la literatura clasicista o neoclásica llegaría pronto a su fin, esta tendencia tuvo cierta continuidad de forma y estilo a través de los escritores y poetas de la Ilustración, que si bien estaban movidas por ideales diferentes y renovaron por completo el espectro de ideas de su tiempo, no renunciaron por completo a lo anterior, y heredaron, por ejemplo, el gusto por lo intelectual y el desprecio por lo sentimental que habían mostrado los autores clasicistas.