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Los recursos estilísticos por adicción

Publicado por A. Cerra

Más allá del contenido, un texto es interesante según el vocabulario elegido en cada ocasión y según los recursos estilísticos que se emplean. Pues bien, respecto a estos últimos, pueden ser varios tipos, así que les dedicaremos varios posts. En este caso vamos a comenzar por los recursos estilísticos por adicción.

Se trata de una forma de alargar los textos. Algo que además de por su sonoridad y posible elegancia, puede ser muy interesante a la hora de cumplir con un número mínimo de palabras. Si bien, no hay que abusar y que lleguen a ser no solo recursos innecesarios desde un punto de vista que no aportan contenido, sino que además pueden ser negativos, al hacer pesada la lectura. Así que en su justa medida pueden ser muy interesantes.

Aquí van unas cuantas ideas para ampliar nuestros textos.

La paráfrasis. Se trata de una explicación que tiende a la ampliación de un texto, pero se hace no solo por añadir palabras, sino para ilustrar lo dicho anteriormente o hacerlo más inteligible al lector.

Las definiciones. Nos lo indica su nombre. Consiste en introducir determinados términos, e incluir a continuación su definición para aclararlos. Obviamente este recurso es útil en el caso de términos especializados teniendo en cuenta el nivel del lector.

Las dudas. ¿Por qué no incluir algunos interrogantes en el texto? Son dudas que se pueden ir resolviendo a lo largo del texto. (Esperemos que en este caso este bien usado el recurso).

Las antítesis. Otra opción es incorporar en un mismo texto dos argumentos contrarios, para mostrar pros y contras, de manera que sirvan de razonamiento a nuestra opción final.

Las paradojas. Seguimos con los contrarios, pero en este caso se trata de revelar ciertas contradicciones que pueden estar ocultas a primera vista, y las mostramos bien a las claras.

Los símiles. Siempre puede ser muy aclaratorio para un texto el uso de los símiles o las comparaciones, para plasmar las características de un objeto o una situación.

La sinonimia. Usar sinónimos de forma reiterada, con lo que se destaca una idea o sirve para insistir en un significado.

La antonimia. Todo lo contrario. Es decir, jugar con palabras que tienen significados completamente opuestos.

El pleonasmo. En este caso se trata de añadir palabras completamente innecesarias, pero que en cambio son capaces de incorporar gracia o sonoridad a otras o a una expresión entera.

El epíteto. Y acabamos con este modo de adjetivar, con el que no se añade información sobre el sujeto, ya que se trata de una cualidad esencial de él y por todos conocidos. El ejemplo clásico es: la blanca nieve.