Características de los vulgarismos espontáneos
Todos los idiomas cuentan con una variación concreta conocida como la lengua estándar que, sin ser necesariamente la más prestigiosa, sí es la más utilizada o la que todo hablante debería ser capaz de emular en un determinado momento, en aras de una buena comunicación. Sin embargo, existen como sabemos numerosas variedades dialécticas, sociales y contextuales. Una de las más interesantes no responde a un dialecto, situación o condición concreta. Se trata, en todo caso, de una variación vulgar, pero no intencionada ni concreta, sino espontánea.
Esta variación vulgar espontánea es la que se da, generalmente, entre personas poco instruidas en el uso del idioma, que lo adaptan a como ellos creen que debe emplearse. Veamos algunos de sus rasgos principales:
Vacilaciones en las vocales átonas: por varios influjos (confusión de prefijos, acción de fonemas vecinos…), se observan alteraciones que sustituyen unas vocales por otras: se cambia espaviento por aspaviento, estilla por astilla, y es escuchan palabras como intierro (por entierro), pinicilina (por penicilina), estituto (por instituto), etcétera.
Alteraciones en diptongos, que se reducen a una sola vocal: pacencia (por paciencia), ventiuno (per veintiuno), anque (por aunque)…
Formación de diptongos a partir de hiatos: bául, en lugar de ba-úl, máiz, en lugar de ma-íz.
Uso de G (o B) ante diptongos que empiezan por U. Por ejemplo, se dice Güele, en lugar de huele, o cacagüete, en vez de cacahuete.
La B se cambia por G en muchas palabras: en vez de abuelo, se dice agüelo, y en vez de bueno, güeno. Otras veces es a la inversa: abuja en vez de aguaja, abuejero en vez de agujero. Y otras veces son la R y la L las que se permutan: celebro (por cerebro), sordado (por soldado)…
Alteraciones de grupos formados por dos consonantes: se modifica en ocasiones la primera consonante, diciendo colurna, en vez de columna, o hirno, en lugar de himno.
Metátesis o cambio de posición de los fonemas dentro de una palabra. No es raro escuchar cocreta o cocleta, cuando se quiere decir croqueta, así como Grabiel, al llamar a Gabriel.
Las distorsiones morfológicas son muy abundantes, y afectan a todas las partes de la oración. Por ejemplo, se dice hiciendo, por haciendo, dijieron, por dijeron, o “ayer lavemos la ropa”, o haiga, en vez de haya, o andé y andaron, por anduve y anduvieron…
También son comunes las distorsiones sintácticas, casi innumerables. Se emplea la forma cantaría, en vez de cantara. Esta distorsión es muy común en el País Vasco: “si yo estaría (en lugar de estuviera) en tu lugar”. Son habituales las distorsiones en lo referente a plural y singular: “habían (en vez de había) más extranjeros que españoles en el partido”.
Sin embargo, el que quizá sea más frecuente –y, por ello, menos grave- es la pérdida de la D en posición intervocálica, de forma que, en lugar de bailador, comido, o crudo, se diga bailaor, comío, o crúo. En palabras terminadas en ado es absolutamente común que se pierda la D, diciendo mercao, acabao o atontao, en vez de mercado, acabado o atontado.
Otro problema, también con la D, es su pérdida absoluta cuando va al final de la palabra. En el uso oral es común que se ignore, diciendo verdá y Madrí donde habría que pronunciar verdad y Madrid.