El diálogo
El diálogo es una modalidad comunicativa que se basa en el intercambio de información, pensamientos, sentimientos o deseos entre dos o más personas. Para que pueda hablarse de diálogo debe darse pues, la circunstancia de que intervenga más de una persona en la comunicación, ya sea ésta oral o escrita. En el caso de intervenir una sóla persona, manteniendo una comunicación oral ante otra u otras, hablaríamos de un monólogo.
Las personas que intervienen en un diálogo de tipo oral se llaman interlocutores. Estos diálogos, como la propia lengua oral, tienden a ser muy expresivos, pues intervienen no sólo elementos lingüísticos sino también otros elementos extra-lingüísticos, tales como los gestos, la actitud y la entonación. Es bastante común que unos interlocutores interrumpan a otros, o no esperen a que finalicen del todo sus intervenciones; que se utilice un lenguaje común con frases poco elaboradas y se dejen algunas por terminar, ya sea porque el mensaje ha sido transmitido con éxito y no es necesario matizar más, o porque otro interlocutor se adelante y tome su turno.
Un buen diálogo oral, en cualquier caso, debería tender a un cierto orden en el que se respeten las intervenciones, se hable en un tono calmado y no intimidatorio, y reine una cierta tolerancia entre los participantes. Cuando esto se consigue, y lo importante es el intercambio de ideas y no otras cosas, el diálogo suele llamarse debate.
Pero el diálogo no ha de ser siempre oral. También se utiliza en la comunicación escrita con muy diversos fines; para encontrar un ejemplo no debemos pensar mucho, pues un género completo, el del teatro, se basa precisamente en ser un continuo diálogo entre diversos personajes, si bien es cierto que intervenien otros factores, como la ambientación, y que también es posible el teatro sin diálogo, ya sea en forma de monólogo o de cualquier otra.
También la novela hace uso del diálogo para dotar de vivacidad, credibilidad y expresividad a sus personajes. En ambos casos, tanto en la novela como en el teatro, el diálogo «tiende» a ser más fácil de seguir, si bien muchos autores tratan precisamente de imitar el diálogo oral y hacen que sus personajes hablen atropelladamente, se expresen de forma poco elaborada y dejen enunciados sin terminar, tal como ocurre en la vida real.
Es bastante común que el autor aclare al lector qué personaje habla, y que se separen las intervenciones en distintas líneas, si bien, nuevamente, algunos autores deciden no utilizar estas convenciones con el objetivo de dotar a sus diálogos de ese aire caótico y desordenado que tienen en la comunicación oral.