La censura
En el artículo de hoy hablamos del problema que supuso la censura para el teatro inmediatamente posterior al fin de la guerra civil española. Ya desde principios del siglo XX, el teatro español acarreaba algunos problemas que se vieron acrecentados en la época franquista. Cuando la guerra finalizó, la pobre economía y el ambiente hostil y totalitario hicieron que cualquier posibilidad de libre expresión fuera algo quimérico. Esta situación llevó a un inevitable desencuentro entre lo que el público quería ver y lo que el mundo del teatro podía ofrecer y, así, durante los años que van desde 1939 a 1949 se rompió la relación público-teatro. La censura fue uno de los factores que influyó definitivamente en el descalabro que este sufrió, ya que ya no dependía de escritores, actores, productores, etc., sino que se hallaba en manos del Ministerio correspondiente, de la prensa y de la propaganda. La gente del teatro sufrió en aquella época una gran presión, que no desapareció hasta el año 1976 tras la muerte del dictador Francisco Franco. Por ello, la producción teatral de la dictadura ha de juzgarse teniendo en cuenta este factor.
Ese teatro surge en un país en el que se cierran fronteras y el hermetismo y el silencio son la ley imperante. Todo está sometido a la voluntad de una única persona y ha de seguir el rumbo imperialista, fascista y católico que se marca. Por lo tanto, la pluralidad, la diversidad, la libertad de expresión y de culto, etc. desaparecen de la vida y también del teatro.
Todo aquellos que se pretendía publicar debía pasar por la lupa del censor y superar una doble criba: una consulta previa que claramente influía en el proceso de elaboración, y que a partir del año 1966 fue voluntaria, y la prueba final o poscensura. De este modo, todos los textos tenía un informe en el que se señalaban que aspectos debían ser modificados o suprimidos. Además, estas revisiones normalmente eran un proceso largo que dilataba en el tiempo la publicación de la obra.
En este contexto, los escritores ejercían, pues, la autocensura; en ocasiones, eliminando aspectos comprometidos o velándolos mediante una peculiar manera de escritura. Todo ello con el fin de escapar de las trabas que la censura les ponía.
El censor no poseía unas normas claras sujetas a la ley para la realización de su labor, pero en la práctica se Con el paso del tiempo la importancia, en cuanto al orden en el que se aplicaban, que tenían estas preguntas fue seguía algunas orientaciones como: ¿Se aparta de las buenas costumbres y la moral sexual?, ¿Ofende a la religión católica? ¿Ataca a los principios políticos y a las instituciones?
Con el paso del tiempo la importancia, en cuanto al orden en el que se aplicaban, que tenían estas preguntas fue variando, pero las tres siguieron estando vigentes.
Aunque en los años sesenta, el régimen aparentó una cierta liberalización, la censura siguió teniendo la misma fuerza que hasta el momento, y no será ya hasta el año 1978 cuando la Constitución de ese mismo año la aniquilara y trajera la libertad que el teatro y las letras españolas en general necesitaban para prosperar.