Teatro de posguerra
Cuando la Guerra Civil española llegó a su fin, todas las artes sufrieron las consecuencias. La mayoría de ellas consiguieron en menor o mayor grado sortear la censura, pero el teatro fue, sin duda, la que más problemas tuvo para conseguirlo. Pero no fue éste el único obstáculo con el que el teatro de posguerra se vio obligado a a lidiar, y es que las innovaciones de la primera mitad del siglo XX en la literatura europea no llegaban a España y, por esta razón, nuestro teatro siempre se encontraba en una posición aletargada. Al final, estas innovaciones sí que acababan llegando pero con muchos años de diferencia, cuando ya no estaban en auge.
El único autor del que se puede hablar que consiguió escribir obras innovadoras y actuales con su tiempo fue Buero Vallejo. El resto de autores del teatro español de posguerra se limitó a publicar obras planas, banales y comerciales.
Con lo que respecta a la forma dramática, sin lugar a dudas, el teatro español de posguerra queda definitivamente apartado de las revoluciones espectaculares que se crearon en el mundo del teatro, por esta razón, los actores y actrices españoles continuaban ejerciendo su profesión de manera clásica, plana y rudimentaria, sin aplicar las nuevas técnicas que estaba poniendo en marcha la escuela naturalista de Stanislavski.
En cuanto a la escenografía ocurrió exactamente lo mismo, con lo que el teatro español de posguerra se encontraba totalmente al margen de las grandes líneas teatrales y dramáticas de la época. Por todas estas razones a este teatro español se le recuerda como el «teatro de la carencia».
El teatro del exilio español fue un grupo literario que no tuvo una unidad en sus manifestaciones teatrales, de ahí que sus autores no tuvieran muchas características en común. Los más importantes fueron: Alejandro Casona, Max Aub, Pedro Salinas y Rafael Alberti.
Alejandro Casona nació en la localidad de Tineo, Asturias en el año 1903 y murió en Madrid en el 1965. Una de las obras más relevantes de este autor fue la titulada «Nuestra Natacha», publicada en el año 1936, y fue un emblema de la izquierda, totalmente contraria a la obra del autor defensor de la burguesía más conservadora José M. Pemán, llamada «El divino impaciente». Cuando fue exiliado a Argentina, consiguió mucha fama con sus obras en ese país y volvió a España en el año 1962 llegando rápidamente al olvido.
El teatro de Alejandro Casona se caracterizaba por su fantasía, su ilusión, su lírica y su solidaridad. Como tema más predominante destacó el amor. Su teatro se recuerda por el de los buenos sentimientos, la ternura, el compromiso y la evasión de la realidad. El público la recibió con los brazos abiertos.
En el artículo de mañana continuaremos analizando el estilo y las obras del resto de autores del teatro español de posguerra, no te lo pierdas.