Los sufijos
A diferencia de los prefijos, en el caso de los sufijos son morfema afijales que se ubican por detrás de la raíz o morfema léxico de la palabra. En muchos casos la unión entre ambas partes se hace de una forma directa, como puede en comunica-ción. Pero también hay ejemplos en los que se emplea lo que se llama una cadena sufijal para darle una sonoridad concreta, como por ejemplo en informat-iza-ción. En definitiva, que hay una gran variedad de sufijos:
Un caso muy concreto de sufijos son los que tiene un significado gramatical y se emplean en concreto para conformar las formas no personales de los verbos. Es decir, los infinitivos, gerundios y participios. O lo que es lo mismo: calla-r (infinitivo), calla-ndo (gerundio) y calla-do (participio).
Pero además de esos, hay otros muchos sufijos de significado no gramatical. Los cuales a su vez se subdividen en obligatorios o potestativos.
Los primeros, los obligatorios, son morfemas que ubicados al final de una palabra le dan un significado nuevo, relacionado con el morfema léxico, pero con un concepto distinto. Una muestra muy clara son los sufijos –ero y -ería. Si decimos ques-ero, ya no hablamos de queso, sino de la persona que hace queso. O si escribimos libr-ería, nos referimos al lugar donde se venden o hay libros.
Y otro tipo de sufijos obligatorios producen un cambio distinto, pero en este caso en la categoría de la palabra, ya que el sufijo –e, suele acarrear que un verbo se trasforma en sustantivo. De cesar, se dice ces-e. O sea que que de un verbo pasamos a un nombre.
En cambio, los sufijos potestativos no cambian los conceptos o las realidades. Con ellos los añadimos son matices, que pueden tener un cariz muy expresivo o incluso afectivo. Veamos ejemplos: gol-azo, querid-ísimo.
Los hay con un valor diminutivo, tanto en un sentido literal como emocional. Cuando alguien dice la herman-ita, puede ser porque sea la más pequeña de la familia, pero también puede aportar una nota de cariño. Lo mismo se pude aplicar a otros sufijos diminutivos como chiqu-illo, loc-uelo o guap-ete.
Sin olvidar otros de carácter más local como –ico/a, -iño/a, ín/ina, -uco/a.
Algo similar se puede decir de los sufijos aumentativos, que también pueden aportar una valoración e incluso admiración. Recordemos el ejemplo de gol-azo, u otros como guape-tón.
Y en el otro extremo se encuentran los despectivos mujer-zuela, tip-ejo, pequeñ-ajo, carpinter-ucho.
En definitiva, que hay muchas variedades de sufijos para valorar o para describir las palabras, ya que un sufijo puede tener un valor de origen, de lugar, de acción, de cualidad, de actividad, de herramienta, de cantidad o de modo.