Gramática generativa frente a gramática tradicional
La adopción de los postulados de la gramática generativa ha supuesto una revolución trascendental en la lingüística. Como ya sabemos, dicho punto de vista se opone frontalmente a la gramática descriptiva de Bloomfield y de sus discípulos. Esa visión se limitaba a analizar en constituyentes las oraciones ya emitidas. Ante una oración como “este vidrio es opaco”, procedía a su análisis mediante diversos métodos. Pero entre todos ellos destacaba el de los constituyentes inmediatos, por el cual se subdividía cada unidad en dos constituyentes de rango inferior, hasta que se llegaba a unidades inanalizables. Así, la oración anterior poseería dos constituyentes: “este vidrio” y “es opaco”.
El ejemplo es muy elemental, pero con él quiere decirse que el método de Bloomfield era meramente descriptivo. No se planteaba, en fin, el problema previo –el verdaderamente misterioso, para Chomsky-, de cómo ha logrado el hablante construir esa oración. Problema que es, precisamente, el asunto central de la nueva gramática.
Las diferencias entre ambas gramáticas son considerables, aunque el propio Chomsky asegurara que hay ciertas concomitancias entre ellas. En efecto, la nueva aspira a un grado de rigor y de formalización que no poseía la tradicional. Y, además, postula la existencia de dos estratos en el lenguaje, uno superficial y otro profundo, hecho que fue desconocido o no aprovechado debidamente por la tradición gramatical ni por ninguno de los estructuralismos o descriptivismos posteriores.
El descriptivismo bloomfieldiano eliminaba, pues, el contenido significativo de las oraciones y de los signos, y se autodefinía como anti-mentalista. Sin embargo, por lo que llevamos dicho la gramática chomskiana es mentalista: está directamente interesada en los problemas de la significación, de la compatibilidad significativa entre los signos, y en las operaciones de la mente que conducen a la generación de oraciones.
El estructuralismo saussureano europeo no se proclamó nunca anti-mentalista; pero, de hecho, prestó poca atención al significado: este era –y es, para sus cultivadores- un mero control de los análisis. Sin embargo, dentro de esta dirección de trabajo, y en simultaneidad con lo que acontece en la lingüística generativa y transformacional, se ha desencadenado un gran interés ante los análisis de las formas y de las funciones. Prueba de ello es que la semántica cuenta hoy con numerosos estudiosos en todo el mundo, tanto en su dirección estructural clásica, como en su vertiente generativa y transformacional.
Es frecuente afirmar que el estructuralismo, tal como fue definido por Saussure y Bloomfield, ha muerto, y que nos hallamos en la época post-estructural. Esto, sin embargo, dista bastante de ser cierto; Chomsky y sus discípulos han sustituido, en la lingüística, el estructuralismo meramente descriptivo, por un nuevo estructuralismo que podríamos llamar genético. No parten de un corpus de oraciones para analizar y describir sus estructuras, sino que analizan las estructuras que las oraciones poseen en un cierto nivel profundo y en el nivel superficial, y señalan las transformaciones que operan entre uno y otro.