Los supuestos básicos de la gramática tradicional
De forma elemental, podemos distinguir los siguientes supuestos defendidos por la que vamos a llamar “gramática –o lingüística- tradicional”, en oposición a la “lingüística moderna”:
Prioridad de la lengua escrita sobre la hablada. Esta creencia surge, en opinión de muchos autores, como consecuencia natural de la admiración que los griegos del período alejandrino sintieron por los grandes escritores helenos del pasado. Se entendía que la lengua hablada, abundante en imperfecciones e incorrecciones, era naturalmente “inferior” a la escrita, y que la gramática tenía por objetivo evitar la corrupción del lenguaje cotidiano.
La lengua alcanzó un momento de máximo perfección, al que es preciso atenerse. Para los griegos, ese momento fue la literatura homérica; para los romanos, la de época augustea; para los españoles, la del Siglo de Oro; si damos por buena la argumentación anterior. La lingüística moderna derriba este argumento, advirtiendo que las lenguas evolucionan para dar respuesta a nuevas necesidades comunicativas. Así, el español cervantino no le serviría a un hablante actual para comunicarse eficientemente.
La gramática enseña a hablar y a escribir. La gramática es, pues, normativa, teoría a la que la lingüística moderna en seguida se opone, pues se ha demostrado muchas veces que se puede hablar y escribirse un idioma a la perfección sin haber recibido una formación gramatical. A la lingüística moderna le interesa el lenguaje como fenómeno humano de singular trascendencia, y le gusta aprehenderlo tal como es, no establecer cómo debe ser. No es normativa, sino descriptiva.
Las categorías de pensamiento lógico son las mismas que las del lenguaje. No debe extrañarnos tan curiosa teoría, habida cuenta que la gramática nacido en Grecia al albur de la lógica. Supusieron los griegos que entre ambas había analogías, de forma que la categoría lógica sustancia correspondía a la gramatical sustantivo; accidente, a adjetivo; acción, a verbo. Esta concepción se estrechó aún más durante la Edad Media y el Humanismo: se dijo entonces que la analogía mencionada no sólo era operativa, sino que constituía un una esencia única y común a todas las lenguas. Las variedades idiomáticas eran accidentales, pues, y la atenta mirada del lingüista sería capaz de desentrañar en todas ellas una misma constitución esencial.
Aunque la lingüística moderna derribó con especial saña esta arcaica teoría, los descubrimientos de Chomsky volvieron a poner de relieve la existencia de “universales lingüísticos”. No deben sin embargo confundirse con la creencia tradicional en la unión de lógica y lingüística.