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Máximas de La Rochefoucauld

Publicado por A. Cerra

El duque Françiose de la Rochefoucauld (1613 – 1680) tiene una curiosa producción literaria que se agrupa con el nombre de Máximas, las cuales tienen origen en los encuentros cortesanos que tenían en los salones literarios de la época, donde los aristócratas se dedicaban a debatir sobre todo tipo de cuestiones, entre ellas las morales y las políticas. Pues bien La Rochefoucauld solía resumir las conclusiones de sus argumentos en sus célebres “máximas”.

Esas frases ingeniosas, punzantes y también divertidas las agrupó y publicó en un libro en 1665. Es muy difícil adscribir este tipo de sentencias a ningún género literario en concreto, pero es indudable que se trata de literatura, ya que es capaz de condensar en dos o tres líneas pensamientos a veces realmente profundos, y que él transforma en un auténtico juego de ingenio.

Son frases en las que es muy importante el tono gracioso, el cinismo y también la fantasía. Por ello, en muchas ocasiones es complicado tomárselo en serio. Hay una especie de malabarismo de las palabras, y con ello crea sentencias tan inteligentes como superficiales. Veamos varios ejemplos:

“Un hombre de ingenio se encontraría muy embarazado sin la compañía de tontos”.

“A los viejos les gusta dar buenos consejos para consolarse de que no están en situación de dar malos ejemplos”.

“Hay pocas mujeres honradas que no estén cansadas de su oficio”.

Lo cierto es que en muchas ocasiones se ha dicho que leer su libro de Máximas es un ejercicio tremendamente divertido, ya que son frases con mucho humor y que también invitan a la reflexión sobre las conductas humanas. En realidad, esta dualidad es un buen reflejo de lo que fue este personaje. Un aristócrata que vivió una intensa vida.

Sin excesivos estudios, pronto se dedicó a la vida militar, también a frecuentar la corte, en la que entre otras cosas participó en conspiraciones por ejemplo contra el poderoso cardenal Richelieu. Pero sin éxito alguno, lo que le supuso un destierro y también prisión. Un situación que luego mejoraría con la muerte del cardenal. Sin embargo, su actividad política no cesó y siempre del lado de la reina Ana de Austria.

No obstante, llegó un momento en el que abandonó este tipo de actividades militares y políticas, y se dedicó a disfrutar de la vida cortesana. Fue entonces cuando frecuentó de forma continuada los salones aristocráticos, fruto de lo cual son sus dos obras más reconocidas. Primero unas memorias que se supone que escribió y que se publicaron sin su permiso, causando un gran revuelo por lo que contaba de esa sociedad. Por eso, él siempre negó su autoría.

Y segundo, las Máximas que aquí nos ocupan, donde se leen genialidades como: “Ni el sol, ni la muerte pueden mirarse fijamente” o “si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera”.