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Poema de Gilgamesh

Publicado por A. Cerra

Estamos ante una obra que nos remonta a los mismos orígenes de la literatura, e incluso de la escritura, ya que al fin y al cabo el Poema o la Epopeya de Gilgamesh es la gran obra que nos han legado la civilización mesopotámica de los sumerios. Un pueblo al que se le considera el gran inventor de la escritura, como atestiguan los restos arqueológicos del famoso Código de Hammurabi del siglo XVIII antes de Cristo.

Lo relatado en esa piedra tiene más que ver con las leyes de la época que con la literatura, pero sus grabados de escritura cuneiforme (en forma de cuña) sobre un piedra se relacionan con los soportes materiales donde se escribió la antiquísima literatura mesopotámica: ya que por entonces no se escribía en papel, sino que se hacía sobre tablillas de arcilla.

En ellas, los sumerios, asirios, babilionios y el resto de pueblos de Mesopotamia escribían sus poemas y también sus cuentos. Y también sobre esas tablillas de barro se halló una copia del Poema de Gilgamesh. En concreto se encontraron 12 tablillas de terracota entre los restos de la mítica biblioteca que hizo construir el rey Assurbanipal (669 – 627 a. C) en la capital de su imperio: Nínive. Una ciudad donde se han excavado también los vestigios arqueológicos de lo que fue su palacio, y donde han aparecido joyas artísticas como el relieve de leona herida.

Tablilla de terracota en al que estaba escrito el poema de Gilgamesh

Pues bien, esas tablillas de terracota narraban la epopeya de Gilgamesh, el héroe con el que se identificaban los sumerios. Es decir, estamos ante un poema épico que nos narra las hazañas de este personaje.

Gilgamesh sería el rey de Uruk. Un personaje que tras enfrentarse con Enkidu, acabó por hacerse íntimo amigo de él y juntos vivieron diferentes aventuras, entre ellas derrotar al gigante Humbaba. Sin embargo, en un momento dado Enkidu muere, y entonces Gilgamesh decide viajar al submundo, para ver si allí consigue descubrir el secreto de la inmortalidad.

En ese intento se le aparece el propio espíritu de su compañero de aventuras, y lo hace para avisarle de que puede ser muy peligroso descubrir ciertas cosas de la Ley de la Vida. Por esa razón, Gilgamesh retorna a su palacio y se dispone a esperar allí la muerte.