Literatura épica
La literatura épica es un género literario, también llamado poesía épica, que narra o describe hechos legendarios -normalmente ficticios- desarrollados en un determinado espacio y tiempo. Si bien la literatura épica ha sido conservada de forma escrita, sus inicios son orales, cuando era recitada ante enormes multitudes por los así llamados rapsodas.
Hablando más detenidamente de las características de la épica, podemos decir que los hechos que narra son generalmente inventados, pero también pueden ser hechos verdaderos convenientemente adornados para hacerlos más grandiosos o espectaculares. La narración se hace siempre en tiempo pasado, y el narrador no tiene por qué aparecer en la obra. Generalmente, la épica se escribe o bien en prosa o bien en algún tipo de verso largo (que puede ser hexámetro, verso alejandrino o algún otro). La épica es un género de enorme extensión y éxito debido, en parte, a que tiende a incluir a los demás géneros (el lírico, el dramático y el didáctico). Externamente su estructura es altamente variable, incluyendo capítulos, epígrafes, etcétera. Sus posibilidades de variación han hecho que a lo largo de la historia la épica aparezca de formas diversas: como epopeya, cantar de gesta, poema culto, romance, etcétera.
El género épico gozó de buena salud en la antigüedad. Los sumerios elaboraron el primer ejemplo que conocemos, el Poema de Gilgamesh, y los griegos lo situaron en el olimpo de la literatura universal con la Iliada y la Odisea. En Roma tenemos la Eneida, y también en las cultura india se desarrolló la épica, con el Mahabarata y el Ramayana.
En la Edad Media, los pueblos europeos reelaboraron el canon para adaptarlo a los nuevos tiempos y así nacieron los llamados cantares de gesta, con menor importancia de los elementos más fantásticos o relacionados con las divinidades. En Francia se elaboraron algunas de las más conocidas, como la Chanson de Roland. En España, el ejemplo es el Cantar de Mío Cid, y en Alemania el Cantar de los Nibelungos. Las historias del Rey Arturo fueron el ejemplo más representativo en Inglaterra.
Con la llegada de la modernidad la épica se hace más terrenal, los personajes dejan de ser héroes y se convierten en gente corriente -incluso vulgar-, las grandes hazañas pasan a ser episodios cotidianos que se utilizan para la crítica o la sátira social, como en el Lazarillo de Tormes o el Quijote. Con el tiempo, esta tendencia desemboca en el éxito de las novelas, que comparten el fondo de la antigua épica y lo adaptan a los nuevos tiempos.