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Variación indivdual y funcional del lenguaje (II)

Publicado por Aroa Plaza

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Continuando el tema iniciado ayer, la variación individual y funcional del lenguaje (puedes leerlo pinchando aquí), comenzaremos exponiendo las características propias de la lengua escrita y que la diferencian de la lengua oral. Así, la lengua escrita posee la característica de ser perdurable y, por ende, irreversible. Por tanto, al ser irreversible y no tener enfrente a nuestro interlocutor, hemos de buscar una expresión correcta de lo que queremos decir para asegurarnos de que vamos a ser entendidos puesto que no hay lugar para la rectificación. Esto irá unido, pues, al uso correcto del lenguaje más próximo a la norma y a la variedad estándar. En la lengua escrita no se permiten los errores gramaticales, sintácticos u ortográficos y esto contribuye a lo que ya decíamos en el artículo anterior, escribir es más complicado que hablar. Algunas de las ventajas que ofrece la escritura frente a la lengua oral es que antes de lanzar el mensaje al receptor podemos reflexionar con detenimiento lo que queremos de decir, corregir los errores cometidos o explicarnos con detenimiento para hacernos entender.

Si hablamos del tipo de relación que tenemos con el receptor de nuestro mensaje, hemos de hablar del registro, concepto citado ya en el primer artículo dedicado a este tema. Tanto en la lengua oral como en la lengua escrita, el registro que el emisor emplea está íntimamente vinculado al tipo de relación que tiene con el receptor. De este modo, en una situación comunicativa, usaremos distintos registros teniendo en cuenta quién es el receptor: si es una persona de edad avanzada, un familiar, un desconocido, un amigo, etc. Todos cambiamos nuestro registro teniendo en cuenta el receptor y podemos darnos cuenta de ello: si piensas, por ejemplo, cómo te expresas cuando acabas de conocer a alguien y cómo lo haces cuando ya ha pasado bastante tiempo desde aquel momento, observarás cómo el modo en que te expresas, el cuidado que pones en escoger las palabras, etc. han cambiado y la comunicación resulta mucho más natural. A grandes rasgos, podemos hablar de dos tipos de registros: uno formal y otro informal y, entre ambos, podemos encontrar una gran variedad de registros que se acercarán más o menos a cada uno de los dos extremos.

El uso de un registro concreto en un contexto específico viene determinado por tres factores:

1. La relación jerárquica existente entre el emisor y el receptor. Por ejemplo, en la relación jefe-empleado, socialmente el jefe se haya jerárquicamente por encima del empleado por lo que, como norma general, el empleado empleará un registro formal cuando se dirija a su jefe.

2. Otro de los factores influyentes en este aspecto, es el grado de confianza existente entre los interlocutores. Cuanto más estrecho sea el vínculo entre ambos, mayor será la confianza entre ellos y el lenguaje se tornará más informal. Por ejemplo, en las conversaciones entre una pareja de novios que llevan varios años juntos, los interlocutores emplearán un lenguaje informal.

3. Por último, hablaremos del factor de la formalización. La planificación de nuestros discursos también influye en el registro empleado. Cuanto mayor sea el control tengamos de lo que vamos a decir mejor podremos adaptarlo al registro adecuado a un contexto concreto. Por ejemplo, si preparamos una conferencia para un congreso universitario, emplearemos un registro formal, pero también podremos incluir expresiones más coloquiales que nos acerquen a los alumnos, que serán los receptores.

En cuanto al dominio, tenemos que decir que las situaciones comunicativas están relacionadas con actividades sociales concretas que intervienen y precisan cómo han de actuar los interlocutores. El conocimiento del dominio influye en el empelo correcto de la lengua en una situación comunicativa. Pondremos un ejemplo del dominio del comercio: cuando acudimos a comprar a establecimiento, tanto el comprador como el vendedor conocen lo que se espera de cada uno de ellos y, ambos, emplearán el registro pertinente. Normalmente, los dominios se clasifican en dos grupos:

1. Dominios abiertos: aquellos en los que intervienen todos los hablantes de una lengua.

2. Dominios cerrados: aquellos en los que participan solamente ciertos grupos de personas con una característica común. Por ejemplo, el dominio científico no suele estar al alcance de todos los ciudadanos.