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Variación individual y funcional del lenguaje (I)

Publicado por Aroa Plaza

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En la sección de Lengua de La Guía 2000, hoy vamos a tratar de la variación individual o funcional del lenguaje. Cada persona tiene una forma de expresión única y emplea el lenguaje adaptándolo a las diferentes situaciones comunicativas en las que se halla de un modo distinto. Al empleo distinto de la lengua según el hablante y el contexto en el que se desarrolla el uso de la lengua se le domina variaciones individuales o funcionales de la lengua.

Todos los hablantes eligen una serie de peculiaridades lingüísticas para adecuar el uso de la lengua a la situación comunicativa. Estas particularidades definen el registro empleado por el hablante. Algunas cuestiones que intervienen en la elección del registro propicio para una situación comunicativa concreta son: el canal por el que se transmite el mensaje, los receptores a los que va dirigido o el tema sobre el que versa la conversación. Por ejemplo, no emplearemos el mismo registro si hablamos por teléfono o escribimos una carta (canal), si nos dirigimos a un amigo íntimo o a un desconocido (receptor) o si tratamos un tema banal o metafísico.

Además, es importante tener en cuenta el contexto sociocultural del hablante. Cada individuo pertenece a un grupo social y cultural específico que influye en su manera de hablar. Este contexto puede determinar la elección de palabras, el uso de dialectos o jergas, y hasta la forma de construir las frases. Por ejemplo, un adolescente puede usar un lenguaje muy diferente al de un adulto mayor, incluso cuando hablan del mismo tema. Esto se debe a las diferencias generacionales y a las experiencias de vida únicas de cada uno.

El dominio es otro de los conceptos que hemos de tener en cuenta al tratar el tema de la variación individual o funcional. Este tiene que ver con unas maneras concretas de hablar y actuar concretas. Por ejemplo, siempre encontramos menor dificultad a la hora de expresarnos de forma de oral que escrita. Normalmente, hablamos mejor de lo que escribimos, es decir, el le dominio de la lengua oral es mayor que le de la lengua escrita.

Además, el dominio también puede referirse a la habilidad para usar diferentes estilos o registros de lenguaje en diferentes situaciones. Por ejemplo, una persona puede tener un dominio excelente del lenguaje formal para usar en el trabajo o en la escuela, pero puede preferir un lenguaje más coloquial o informal cuando está con amigos o familiares.

Podemos ver las características de una y otra forma de expresión y entender así por qué sucede lo que acabamos de mencionar. Escribir no consiste en plasmar en un papel una transcripción fiel de lo que hablamos, si no que existen notables diferencias entre lo hablado y lo escrito. Por consiguiente, podemos hablar de dos variedades diferentes de la lengua según el canal por el que se divulga el mensaje.

La lengua oral es fugaz, se produce de forma inmediata y no perdura en el tiempo; en ella intervienen además otros aspectos como la entonación, la vehemencia con la que se exprese el hablante o el volumen que se emplee. La mayoría de las veces cuando usamos la lengua oral nos encontramos frente a frente con nuestro interlocutor, lo que facilita la comunicación ya que podemos observar si el receptor comprende lo que estamos diciendo, si le parece interesante o aburrido, etc. En estas situaciones comunicativas podemos servirnos, además, de otros recursos como los elementos que aparecen en ese contexto o la gesticulación. Asimismo, en la lengua oral nos permitimos una serie de incorrecciones intolerables en la lengua escrita, a la vez que empleamos palabras que creadas o modificadas por nosotros mismos alejándonos de la variedad estándar del lenguaje.

Vistas ya las características propias de la lengua oral, mañana ahondaremos en las de la lengua escrita y en otros aspectos destacables del tema que nos ocupa.