Canciones de inocencia de William Blake
La producción creativa del británico William Blake (1757 – 1827) abarca tanto el mundo literario, como el pictórico. Y en las dos disciplinas se nos muestra como un personaje único, difícilmente integrable en ninguna corriente estética y de pensamiento de su tiempo. Aunque también es cierto que se le suele enmarcar dentro del movimiento romántico. Pero como decimos con una serie de características y singularidades que lo convierten en un elemento excepcional de su tiempo, tanto por pinturas y grabados como El Anciano de los días o Newton y Nabucodonosor, como por sus libros de poemarios, como el aquí nos ocupa de Canciones de inocencia.
Lo cierto es que su personalidad arrolladora y su estilo único se han calificado de locura, de absoluta irracionalidad. Propio de un ser solo volcado en la creación por la creación. Algo que sin duda hace de él todo un adelantado, a lo que será la concepción de los genios que se va a tener en las vanguardias del siglo XX.
Estamos ante un personaje que ve su arte como algo casi religioso. Por ejemplo, él se ganaba la vida como grabador, pero nunca buscó el éxito si eso le tenía que hacer cambiar sus conceptos artísticos. Por eso realmente nunca fue especialmente conocido en su tiempo. Una lástima económica, pero seguramente fue el modo de que se pervirtiera su carácter y su obra.
Y si se ganaba la vida con la imagen, la poesía la ejercía a nivel todavía más personal. Aunque también la publicara.
Por ejemplo la primera obra que publicó en el año 1789 fueron las Canciones de Inocencia. Un poemario bastante romántico, en el que hace una continua y delicada alabanza a la infancia. La única etapa que considera una vivencia original, y que por lo tanto hace que las personas estén ligadas al Absoluto, al Cosmos Primigenio, que es la particular divinidad en la que creía Blake.
Es verdad que en esa religiosidad tan personal, abundan los elementos propios del Cristianismo, como también ocurre en sus pinturas. Es decir, crea imágenes celestes vinculadas a las visiones angelicales, y el mundo de los niños es un auténtico edén previo al pecado original.
Y el complemento a estos poemas llegaría con Canciones de Experiencia. El título ya nos lo deja muy claro. Ahí nos habla de cómo la pérdida de la bondad infantil sencillamente es producto del paso del tiempo, y de la toma de conciencia de ese transcurrir de la vida. Es un proceso en el que el hombre opta más por la razón que por la intuición, dejándose de relacionar de un modo natural con lo Absoluto.
Esta separación entre el género humano y lo que él llama lo Absoluto es algo que obsesionó toda su vida a Blake, y así lo plasmó en sus cuadros, dibujos, grabados, poemas y en lo que denominó Libros Proféticos. Un conjunto literario en el que se dedica a exponer su cosmovisión del mundo. Que como ya hemos dicho es siempre tremendamente personal, y nos la relata a partir de símbolos. Motivo por el cual la lectura de esas obras no es nada sencilla.