Cicerón
Cicerón fue el gran orador de Roma. Nació en 106 a.C., en el seno de una familia rica que le permitió tener los mejores estudios. Su forzosa incorporación al ejército debido a las guerras civiles retardó su eclosión como orador, aunque no le impidió mantener su buena reputación como poeta. Su momento de gloria llegó gracias a la fama que le dieron los argumentos que utilizaba para defender a sus clientes. En uno de os muchísimos que tuvo, Cicerón aceptó el reto de defender a un pobre hombre que había sido acusado falsamente de asesinato por uno de los protegidos de Sila, el entonces dictador. Mostró Cicerón tal habilidad oratoria, hizo uso de argumentos tan irrefutables, que los mismos jueces le aplaudieron y absolvieron al acusado, dejando sin respuesta posible a Sila.
Poco tiempo después, Cicerón se marchó a Gracia y no regresó hasta que Sila había abandonado el poder. Años más tarde, en el curso de las guerras intestinas de los años finales de la República –régimen que siempre se empeño en defender-, Cicerón volvía a irse de Roma obligado por las necesidades políticas. Cuando volvió había perdido ya toda su influencia, y se dedicó a escribir. Luego, cuando Julio César fue asesinado, volvió para apoyar a Octavio frente a Marco Antonio, sin percatarse del pacto que estos dos habían sellado en su contra. Cicerón fue brutalmente asesinado por orden de Marco Antonio, cuyos hombres cortaron sus manos y su cabeza y la colgaron en la tribuna desde la que el gran orador acostumbraba a dar sus discursos.
En cualquier caso, su triste final no echó por tierra sus grandes logros como escritor y pensador político. Más de cien años después de su muerte se habían llegado a publicar más de 150 discursos suyos. Cicerón los pronunciaba de memoria, tan sólo con la ayuda de pequeñas notas nemotécnicas. Su secretario transcribía los discursos, y en el momento de su publicación, eran suprimidas las interrupciones, las declaraciones de los testigos y los documentos escritos presentados durante el discurso. En oratoria, Cicerón superó a todos sus predecesores y logró llevar a su máximo esplendor la literatura retórica, la prosa filosófica y el arte de escribir epístolas.
Su calidad literaria logró hacer sombra a todo lo escrito en estos géneros con anterioridad, por lo que se le considera, en muchos aspectos, uno de los puntales esenciales de la literatura romana. Su obra ha tenido la virtud de interesar en todas las épocas de nuestra historia y en aspectos muy diversos. Durante la Antigüedad se admiró la elocuencia de su oratoria, en la Edad Media fueron sus tratados retóricos los que centraron el interés, y en el Renacimiento y la Ilustración, sus tratados filosóficos. En la época moderna, muchos orientaron su mirada hacia sus cartas, que, no en vano, son el elemento clave por el que conocemos a Cicerón mejor que a ningún otro de los grandes personajes de la Antigüedad.