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El «boom» de la narrativa hispanoamericana

Publicado por Aroa Plaza

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En este artículo vamos a revisar el “boom” que se produjo en la narrativa hispanoamericana en la segunda mitad del siglo XX. Veamos, pues, sus principales características y autores.

En la década de los años sesenta se produjo un “boom” en la producción literaria latinoamericana, lo que generó una profunda reflexión sobre la novela que condujo a este género a la renovación, pues hasta ese momento no se caracterizaba por ser extremadamente original; se habían tomados como modelos escritores como Joyce, Faulkner, Woolf o Proust y se empleaba con frecuencia el monólogo interior. A raíz del “boom”, la novela se convierte en un experimento y se añaden todo tipo de metodologías novedosas, como por ejemplo técnicas empleadas en el cine. De este modo, la novela pierde sus límites, se valoran las formas abiertas y los personajes cobran una especial importancia (por ejemplo en Onetti, los personajes se convierten en antihéroes).

En los años sesenta, el “boom” se interpreta como un fenómeno publicitario, puesto que los escritores y las editoriales se introducen en el mundo comercial. El escritor José Donoso, en su obra Historia personal del boom, defiende que el hecho producido en aquellos años no fue sólo un fenómeno publicitario, sino que además supuso el descubrimiento de un gran número de escritores originarios de varios países, que establecieron fuertes vínculos entre ellos.

Hacia 1964 se va conociendo cuáles son los escritores que forman parte de este llamado “boom”. El punto de inflexión lo marca la obra de Gabriel García Márquez, Cien años de Soledad, y las críticas en algunas revistas literarias como Nuevo Mundo, que consagraron a estos autores.

Alrededor de 1967 se van consolidando las editoriales que darán voz a estos autores, como por ejemplo la editorial Seix-Barral, la Sudamericana de Buenos Aires, Losada, etc. y, además, los premios literarios cobrarán gran importancia como medio de consagración de los escritores del “boom”.

Sus principales representantes fueron autores de la talla de Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, entre otros nombres.

En 1972 se produce el fin del “boom”, fin que se encuentra marcado por la polémica existente en la concesión de un premio literario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) a Heberto Padilla por su obra Fuera de juego. Con este hecho, los autores, que en su mayoría poseían ideas de izquierdas, sufren un desencanto y llega el fin de la utopía ya que no encuentran ya un objetivo claro.

En la década de los setenta, encontramos la recuperación del realismo, se escribirá una novela ce carácter social neorrealista, cuyos orígenes se encuentran en las novelas criollas de los años veinte. Se introducen nuevas temáticas o se recuperan otras ya existentes como la novela de dictador o las obras de testimonio. Como ejemplo, podemos citar las obras Biografía de un Cimarrón de Barnet o Hasta no verte más, Jesús mío de Poniatowska. La nueva novela histórica no será fiel a la realidad e introducirá elementos ficticios.

Encontraremos el realismo mágico como una forma de rectificar el realismo y lo real maravilloso americano, empleado por Carpentier con una técnica de contrastes. Así como una literatura metafísica-existencialista y literatura fantástica con autores como Roberto Arlt, Onetti, Cortázar o Borges.

En aquella época la técnica experimental triunfaba y los autores luchaban por hacer novelas cada vez más complicadas, lo que hizo que esa época recibiera también el nombre de Neobarroco. En los años ochenta se producirá su decadencia y se adaptarán nuevas formas más cercanas al pueblo.