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El héroe romántico

Publicado por Pablo

heroe-romantico.jpgCada movimiento literario se caracteriza por asignar a sus protagonistas una serie de características originales. Nacen así los héroes propios de cada una de las grandes etapas literarias: el héroe renacentista, el héroe barroco, etcétera. En este artículo vamos a ocuparnos del héroe propio de la literatura romántica, que es, precisamente, una de las figuras literarias más conocidas.

El héroe romántico personifica todas las características del propio romanticismo. Es un personaje que se sitúa en la más absoluta ambigüedad, deseando fervientemente el favor y la admiración de sus contemporáneos y a la vez despreciando la sociedad en que se mueve.

El héroe romántico, al contrario que otros, desea fervientemente la heroicidad, la busca de forma consciente y premeditada. Normalmente, las novelas románticas nos presentan a un protagonista que se lanza decidido en pos de su destino, que él considera heroico, muchas veces con la intención de imitar a algún referente o ídolo al que admira. No es de extrañar que sea Alonso Quijano, el Quijote, el modelo más repetido por los héroes del romanticismo.

Otro referente que podríamos citar es de los profetas religiosos. El héroe romántico, de hecho, comparte con ellos muchos caracteres. Es, por ejemplo, un ser solitario, que de alguna manera se cree en posesión de una verdad incapaz de ser comprendida por sus contemporáneos, y es a su vez incapaz de darla a entender. Es, y también se siente, a decir verdad, un genio, y genio es una palabra que alcanza su actual importancia justo ahora, en la época romántica. El héroe romántico es como un artista genial que se siente por encima, o tal vez por delante, de su tiempo, y aunque la sociedad en la que vive no aprecie lo que hace o en lo que cree, él sí, y prefiere vivir marginado y solitario antes que renunciar a su ideal.

Si queremos personificar este modelo, seguramente debamos fijarnos en la figura de Lord Byron. En él podemos encontrar al verdadero héroe romántico en quien historia real y leyenda imaginaria se mezclan sin solución de continuidad. Arrogante en su diferencia, consciente de su naturaleza genuina y, muy a menudo, ostentoso en su superioridad, Byron y el resto de los héroes románticos son parte de su propia obra, y su propia obra es parte de ellos. Escriben, pintan, componen de la misma manera en la que viven.

Lógicamente, estos héroes, tanto los reales como los literarios, fueron odiados y amados con total ferocidad, y aún hoy son tan venerados como vilipendiados por la crítica literaria.