Como ya dijimos en artículos anteriores, la función de una obra literaria no tiene por qué ser siempre la de la belleza, la estética, pero lo que sí debemos tener en cuenta es que, para que una obra se considere literaria se debe dominar a la perfección los recursos expresivos de la lengua como el léxico, la gramática o la fonética, entre otros, y, por lo tanto, conseguir con ellos siempre una pincelada estética aunque su finalidad primordial sea otra de carácter moral, histórico o de investigación.
Una de las características que definen a la función estética es que el lenguaje que se utiliza en ella lucha por combatir la rutina de la realidad, es decir, que lo que los autores literarios hacen es “deformar” el lenguaje con una intención creadora. Esta ANORMALIDAD del lenguaje es sobre todo utilizada como recurso en la poesía.
El grado de anormalidad en la literatura llega a su extremo en la poesía moderna, la cual ha deformado de tal manera la lengua que, tal arbitrariedad hace que el mensaje sea totalmente ininteligible para el lector, como le ocurren a algunos poemas de César Vallejo que, como podréis observar, el contenido de las estrofas es irreconocible: