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La tragedia griega. Eurípides.

Publicado por Pablo

EurípidesEl último de los tres grandes maestros de la tragedia griega es Eurípides, al que también se le conocía en su tiempo como el filósofo de la escena. Nació en Salamina en 485 a.C, y su odio por la política fue lo que le empujó a centrar su tiempo en el estudio y en la filosofía. Nunca fue el favorito de sus contemporáneos y, sin embargo, sí fue reconocido enormemente año más tarde, y llegó a ser, por esto mismo, muchas veces representado en Roma. Influyó a su vez en los dramaturgos modernos más influyentes de Europa, que vieron en él una fuente de inspiración más profunda incluso que en Esquilo y en Sófocles.

Es posible, en realidad, que este reconocimiento tardío se deba a que se conservan muchas más obras de Eurípides que de Esquilo o Sófocles. Concretamente se conservan dieciocho, de entre las cuales destacan Orestes, Andrómaca, Medea, Las bacantes y Las fenicias. Sin embargo, los estudiosos del mundo griego calculan que debió escribir alrededor de noventa y dos. Centró su obra, en cualquier caso, en los principales problemas morales y sociales que podían afectar al hombre de su época, y planeó nuevos y poderosos interrogantes, siempre desde una óptica escéptica y haciendo gala de un elaborado espíritu crítico. Es por ella que, como veníamos diciendo, muchos le llamaban el filósofo de la escena.

En lo referente al estilo, Eurípides renovó la técnica dramática, a la que incorporó el prólogo como esquema esencial de la obra, a la vez que disminuía la relevancia del coro dentro del desarrollo de la acción. Vemos que, si bien fueron muy diferentes, los tres maestros de la tragedia griega se caracterizaron por un rasgo común: todos hicieron reformas en la técnica y el estilo, mejorando lo anterior y permitiendo que el género volara con nuevas alas y alcanzara nuevos objetivos.

Su afán de impresionar al público le llevó por el camino de lo patético: en sus obras predominan las escenas y los temas relacionados con la muerte y la violencia. A pesar de que tan sólo le separaban diez años de edad con Sófocles, los rasgos que de éste le separan son numerosos. En un siglo tan tumultuoso con el IV a.C., una década era suficiente para cambiar gustos, tendencias y virtudes, y más aún a partir de los cambios que fueron consecuencia de la Guerra del Peloponeso. Estas diferencias las pudo apreciar el público y, probablemente, a eso se deba que las obras de Eurípides no tuvieran tanta aceptación, al menos en un principio.