Lírica renacentista
El Renacimiento renovó las temáticas, los estilos y las características de todas las artes. Como es lógico, su profunda renovación se hizo notar también en el contexto de la lírica, que iba a ser además el género literario más destacado de la época.
Dado su origen italiano, la poesía escrita en Italia iba a tener una amplia influencia en todo el período. Francesco Petrarca, en particular, se convierte en el modelo ejemplar y el autor a seguir por todos los poetas. Su influencia se dejó notar en la temática de la mayor parte de la lírica renacentista, centrada en la descripción de los sentimientos del amante y en su historia de amor. En cierto sentido, la poesía del Renacimiento vino a reforzar la tendencia anterior del «amor cortés» o «amor cortesano», si bien innovó en la suave forma de abordarlo y sobre todo en la parte formal: no en vano los versos endecasílabos son de origen italiano, así como estrofas como la octava real, la lira y el soneto, que luego se desarrollará en España para tomar su forma final.
Como no podía ser de otra manera, la lírica del Renacimiento recupera también los temas del clasicismo griego y romano. La oda se emplea para la reflexión existencial; la epístola permite tratar temas familiares; la égloga pone las palabras en boca de los pastores y sitúa la acción en una naturaleza idílica. Se recupera el viejo motivo del carpe diem (vivir el momento), así como el del beatus ille (feliz aquel que…).
Más en general, y también de forma acorde con el espíritu de los tiempos, la lírica camina durante el Renacimiento hacia una forma de expresión más sencilla, tratando de encontrar su ritmo de una forma que se basara en la armonía. El ideal de belleza renacentista huye en todos los ámbitos del adorno innecesario y la complejidad; la poesía no iba a ser una excepción.
Entre los autores más destacados de esta etapa hemos de mencionar a Garcilaso de la Vega, el perfecto ejemplo de poeta cortesano a la vez que hombre de armas. Fue seguramente el primero en escribir fuera de Italia al modo italiano: utilizando el principio de la armónica sencillez y dotando además a sus poemas de un aire profundamente melancólico.
Fuertemente influido por Garcilaso, también destaca Fray Luís de León, característico por la detallista y lo pormenorizada manera de construir sus textos. Menos detallista pero más simbólico y evocador, el tercer gran poeta castellano del Renacimiento fue sin duda San Juan de la Cruz, que acercó la poesía a la fe cristiana con más éxito que ningún otro.