Literatura italiana
La literatura italiana está conformada por el conjunto de obras escritas con valor literario en la República de Italia, por escritores italianos fuera de este país, o bien en su mismo territorio pero en épocas previas a la creación del estado. De forma más resumida, podemos decir que la literatura italiana está conformada por todas las obras de valor literario escritas en lengua italiana, lo cual nos deja un abanico temporal bastante amplio que abarca desde el siglo XII, aproximadamente, hasta la actualidad. La creación del moderno estado italiano, de esta manera, no es la clave primordial para hablar de literatura italiana, sino más bien la formación y popularización de la lengua italiana.
Los inicios de la literatura italiana son similares a los de otras literaturas en lenguas romance, como la española o la francesa. Durante los siglos XII y XIII, el latín se va abandonando y su lugar en el habla popular lo van ocupando nuevas lenguas y dialectos de raíz latina pero personalidad propia. En Italia este fenómeno tardó algo más en suceder, ya que el apego al latín era más grande. En muchas zonas se utilizó alguna variación del francés, y en otras la pervivencia del latín se hacía notar con fuerza, dando lugar a una especie de lengua híbrida entre el viejo latín y la nueva lengua romance. Poco a poco, y curiosamente de forma similar en toda la península italiana, surge un nuevo movimiento poético que utiliza ritmos nuevos y se escribe enteramente en italiano vernáculo.
Fue en Sicilia donde por primera vez se escribe en un italiano de tipo estándar, a mediados del siglo XIII, aunque fue la variación dialectal de la Toscana, aparecida casi un siglo más tarde, la que finalmente ganó la partida y fijó lo que habría de ser, más adelante, el italiano canónico, y lo que en su momento se llamó el «dolce stil nuovo» (el dulce estilo nuevo).
En esta lengua es escribieron tratados políticos y jurisdiccionales nacidos en las universidades más antiguas de Europa y en el apogeo político de las ciudades-república como Florencia, Venecia o Milán. Luego se empleó para la poesía y para la prosa, y no hubo que esperar mucho para que apareciera una obra portentosa, tal vez la más grande la literatura italiana, que fijó el modelo lingüístico y lo prestigió de forma incalculable: «La divina comedia» de Dante Alighieri. En una verdadera época dorada, a Dante lo siguieron otros dos grandes, Petrarca y Bocaccio, cuya grandeza no pudo ser igualada -literariamente- durante el Renacimiento.