Los novatores
Hoy, en la sección de literatura de La Guía 2000, nos adentramos en el estudio de una parte de la literatura de la España del siglo XVIII ya que esta no es totalmente homogénea y muestra diferentes caras. En aquella época, las características de la literatura barroca todavía se dejaban sentir en los textos, esta literatura de tipo tradicional logró mantenerse hasta bien entrado el siglo XVIII debido al grandioso éxito alcanzado en el Siglo de Oro. No obstante, en el momento en el que se produce la transición del Barroco a la Ilustración ya en su periodo de máximo apogeo, surgen una serie de autores agrupados en torno al movimiento cultural conocido con el nombre de novatores.
Este grupo está compuesto por toda clase de intelectuales, eruditos, hombre de la Iglesia, grandes señores, etc., que fuera del ámbito académico se reúnen en tertulias para discutir temas que van desde lo histórico, lo filosófico y lo literario hasta lo científico. Se conocen diferentes grupos a lo largo de la geografía española en ciudades como por ejemplo Sevilla, Madrid, Valencia, Barcelona o Zaragoza; aunque, no se descarta la presencia de más grupos en núcleos de menor población.
Cabe destacar que los novatores no solo se limitaban a discutir y debatir, sino que también se dedicaban a la experimentación y a la investigación en diversos campos. Se puede atribuir a los novatores el hecho de ser los precursores de ese carácter reformista que traerá consigo más adelante la Ilustración y que veremos en la obra de autores como Fray Benito Jerónimo Feijoo.
Entre los novatores integrantes de esos grupos citados anteriormente, podemos destacar, por ejemplo, el nombre de Diego Mateo Zapata, de origen murciano y médico de profesión, que además era el presidente de la Regia Sociedad Médica de Sevilla. Sus textos más importantes son los titulados Crisis médicas sobre el antimonio, del año 1701, y Ocaso de las formas aristotélicas, publicada ya tras la muerte del autor. Este novator fue uno de los principales favorecedores de las ideas progresistas, con posturas filosóficas de carácter laico y antiescolástico. Seguidor de los franceses Pierre Gassendi, Jean Saguens y Emmanuel Maignan, se convierte en defensor de los conceptos atomistas, y se explica así su afirmación en la fe y su distanciamiento del cartesianismo y su carácter ecléctico.
Además de Zapata, otros novatores destacados incluyen a Antonio de Ulloa, famoso por sus contribuciones a la ciencia y la geografía, y José Celestino Mutis, quien realizó importantes estudios en botánica. Ambos contribuyeron a la difusión de las ideas ilustradas y al avance científico en España.
Contra la postura a favor del atomismo por parte de los novatores, hubo una reacción de los escolásticos. Concretamente Francisco Palanco escribió la obra Dialogus Phisico-theologicus contra Philophiae Novatores y que recibió la respuesta del ya citado Jean Sanguens. La teoría atomista fue defendida por diversos autores en sus obras, así lo hace Gabriel Álvarez de Toledo en su libro Historia de la Iglesia y del Mundo, o Martín Martínez en su diálogo de corte antiaristotélico Medicina escéptica y Cirugía moderna.
En la ciudad de Valencia, también se concentraron un grupo de novatores destacados defensores de las teorías atomistas. Contamos con nombres como Tomás Vicente Tosca, escritor de las obras Compendium Philosophicus y Compendio matemático; Juan Bautista Berni, seguidor del anterior y autor de Filosofía racional, natural, metafísica y moral; Juan Bautista Corachán con sus obras Avisos de Parnaso y Rudimentos filosóficos, o Jaime Servera con la obra Metaphysico-Logica.
Los novatores, a pesar de enfrentarse a la resistencia de la sociedad tradicionalista de la época, lograron sembrar las semillas de la Ilustración en España, abriendo el camino para una nueva era de pensamiento y conocimiento. Su legado se puede ver en la evolución de la literatura, la filosofía y la ciencia en los siglos siguientes.