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Prosa didáctica

Publicado por Aroa Plaza

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En este artículo vamos a revisar uno de los tipos de prosa existentes en la época del Barroco, que se desarrolla a lo largo del siglo XVII. Aunque si bien es cierto que en ocasiones los distintos tipos de prosa se entremezclan en algunas obras, existen características suficientes como para dividir la prosa de este siglo en varias clases. Como ya hemos dicho hoy solamente estudiaremos uno de esos tipos, nos referimos a la prosa didáctica.

Ya en el siglo XVI surge la prosa doctrinal, base del género didáctico, y es en el siglo XVII cuando alcanza su mayor esplendor empelándose como vehículo para dar a conocer pensamientos que tienen que ver con lo político, lo moral, lo literario o lo filosófico.

El Barroco es un momento en el que la actitud vital del hombre de la época es pesimista y de desengaño, lo que como es natural se ve reflejado en las obras que se producen en esa época. En el siglo XVII, podemos señalar un par de nombres como figuras representativas de este tipo de prosa: estos son los grandes escritores Baltasar Gracián y Francisco de Quevedo.

En relación a este tipo de prosa, los temas preferidos de Quevedo son aquellos que tratan de la política y la moral, todos ellos vistos de una actitud pesimista y desengañada donde la sombra de la muerte como destino ineludible del hombre recorre cada una de las líneas de sus libros. En esta vertiente de su obra destacaremos sus sátiras alegóricas, de tono burlesco y de índole moral. Relevante es, en este sentido, la obra los Sueños, donde en cinco historias el autor hace sátiras sobre distintos tipos y profesionales; también los son otras obras como La cuna y la sepultura, libro de corte filosófico-moral, y La hora de todos y Fortuna con seso.

En las obras con tono burlesco, Quevedo emplea la narración breve para exponer distintos temas; así, vemos reflexiones jocosas del autor donde pinta con sus palabras la realidad del momento. La sociedad, bajo la mirada despiadada que Quevedo lanza sobre el hombre de su época, se convierte en protagonista de sus libros; y ningún sector de esta quedará a salvo de su pluma.

En cuanto a las obras con tema político, destacaremos el texto Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás. Aquí, Quevedo, hace una crítica mordaz a la política que desarrolla en ese momento, centrando su atención en el valido del rey Felipe IV, el Conde Duque de Olivares.

Otra vertiente que también cultivó Quevedo fue la crítica literaria, donde su objetivo era atacar la corriente del culteranismo, encabezada por Góngora y contraria al conceptismo quevediano. Esto podemos verlo, por ejemplo, en la obras La culta latiniparla y La aguja de navegar cultos.

Por su parte, Baltasar Gracián se convierte en el abanderado de esa visión pesimista sobre el ser humano que triunfa en el Barroco, haciéndose eco de la locución latina “Homo homini lupus” (el hombre es un lobo para el hombre) del autor latino Tito Macio Plauto. Para Gracián cuatro son las características que el hombre ha de poseer para luchar contra una sociedad en que la insolidaridad, la rivalidad y el odio alimentan al hombre; estas son: la inteligencia, la voluntad, la discreción y la prudencia. Por ello, en su obra encontramos obras doctrinales como El Héroe, Oráculo manual, El Discreto o El político Don Fernando, en las que el autor incluye indicaciones que el hombre ha de seguir para poder desenvolverse en su sociedad; y, por otra parte, tenemos obras, como por ejemplo El Criticón, en las que el autor hace una crítica detallada de la sociedad de su tiempo.

Además, es a este autor al que debemos el tratado literario Agudeza y Arte de Ingenio, cumbre de la exposición de la estética conceptista.